¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Ciudadanos o la maldición de UCD

En muchos casos Ciudadanos ha sido el paraíso del oportunista político. ¿Les suena Juan Marín? Pues eso

España, como el Battiato de los ochenta, lleva dos siglos buscando un "centro de gravedad permanente" sin conseguirlo nada más que durante breves periodos de tiempo. Todas las opciones pretendidamente centristas han terminado esfumándose, desde la Unión Liberal de O'Donnell hasta Ciudadanos, pasando por el que quizás fue el proyecto más importante en este espectro, la Unión de Centro Democrático, un partido clínex que la sociedad española usó y tiró para volver a dividirse en sus dos partes machadianas.

Al centro le pasa lo que al horizonte o al infinito matemático, que es un afán que nunca se logra alcanzar del todo. Con la UCD de Suárez se vio claramente. Pese a su éxito indiscutible en las urnas, apenas tardó unas horas en fracturarse entre socialdemócratas (Suárez, Fernández Ordóñez, Agustín Rodríguez Sahagún…) y los que, Miguel Herrero Rodríguez de Miñón a la cabeza, representaban el alma liberal-conservadora del partido, aquella que, en honor a la verdad, tenía más peso en su electorado, como después han demostrado algunos sesudos estudios.

Ciudadanos, salvando las distancias, está sufriendo la maldición de UCD. Tras un crecimiento exponencial que llegó a poner en peligro al bipartidismo imperfecto español, ha terminado implosionando por una mezcla de errores estratégicos y la división interna entre izquierdistas y derechistas. El caso naranja, además, demuestra que lo que a veces llamamos centrismo no es más que una de las caretas que usa el cinismo en política. En muchas ocasiones Ciudadanos ha sido el paraíso del oportunista. La España posterior a la crisis de 2008 era un chollo para los navegantes de la política ¿Les suena Juan Marín? Pues eso.

El partido naranja ha dilapidado lo que fue su gran caudal: la heroica aunque precaria victoria frente al independentismo catalán. Ese fue el momento en el que debería haber respirado hondo, iniciado una expansión sostenida en el resto del país y construido unos cimientos ideológicos que lo entroncasen con la gran tradición liberal europea. Sin embargo, prefirió dedicarse al tacticismo político cegado por la grandeur de Albert Rivera, el pollo obsesionado por convertirse en el nuevo líder del centroderecha español. Después llegó Ines Arrimadas -una Blancanieves que ha envejecido demasiado rápido-, dio el conocido volantazo y se consumó el desastre. A Ciudadanos ya sólo le queda recorrer el mismo camino que la UCD. Tonto el último.

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