La esquina

josé / aguilar

Cohetes para los canallas

CON cohetes de fiesta, antorchas y gritos de "¡Aúpa Xabi!" recibieron un centenar de simpatizantes -simpatizantes del crimen, se entiende- en su pueblo de Galdácano al etarra Javier Martínez Eizaguirre, recién excarcelado de la prisión de Herrera de la Mancha en aplicación de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que echó por tierra la doctrina Parot.

Excarcelado sin arrepentirse de sus asesinatos, por los que había sido condenado a varios cientos de años de privación de libertad. Ente ellos, el del niño Fabio Moreno, de dos o tres años, cuyo único pecado era ser hijo de un guardia civil al que el terrorista Gadafi colocó una bomba bajo el asiento del coche mientras el mentado Xabi hacía algo tan "valeroso" como vigilar para garantizar su impunidad. Ambos pretendían matar al guardia. Lograron herirle gravemente. Le quedó vida suficiente para recoger, en pedazos, el cuerpo del inocente. La víctima más joven de ETA.

Sobre la estatura moral de los que se concentraron de madrugada en Galdácano para celebrar la vuelta a casa de Martínez Eizaguirre como la de un heroico gudari al fin liberado, poco hay que decir. Su fanatismo corre parejo a su indignidad, descerebramiento y miseria ética. Después de la muerte y el sufrimiento, que son lo primero, la peor herencia social que deja el terrorismo es el embotamiento de las conciencias y la perversión de las almas. A los buenos los envenena y a los malos los hace aún peores.

El de Xabi no es un caso aislado. El Gobierno ha trasladado también a la Fiscalía de la Audiencia Nacional la celebración de otros cinco recibimientos jaraneros a igual número de terroristas excarcelados. Es su elemental obligación. Porque, aparte de repugnantes, estos actos constituyen un inequívoco delito de enaltecimiento del terrorismo (Código Penal) y, con toda seguridad, también vulneran dos leyes, una española y otra vasca, de protección y reparación a las víctimas, que prohíben expresamente que se las humille y menosprecie. Los que jalearon a Xabi de Galdácano escupieron directamente sobre la memoria de Fabio Moreno.

Debería hacer algo más el Gobierno de España, y también el de Euskadi. Deberían impedir que se repitan esos homenajes a los canallas que van a seguir siendo liberados. Tienen policías y ertzainas suficientes, competencias para hacerlo y medios sobrados para anticipar su celebración.

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