Confinamiento y libertades

Era de esperar que el apoyo a los presupuestos pudiera tener alguna contrapartida, pero ésta se antoja excesiva

Cuando la biógrafa británica de Voltaire, Evelyn Beatrice Hall, expresó "Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo", planteó uno de los más bellos principios de la Democracia: el derecho a que todas las opiniones e ideologías puedan ser expresadas en libertad. Hoy, tras la cuestión planteada por el CIS sobre el control de la información, muchos nos tememos que, tras el control de los movimientos de la población, subyacen otros tipos de controles que las democracias occidentales parecían haber superado en el pasado.

Es lógico que las ideologías más extremistas confraternicen con los gobiernos dictatoriales, porque su naturaleza les lleva a sus orígenes, y baste ver como muchos alaban sin pudor desde Franco hasta Castro. Pero en una democracia, tratar de limitar la libertad de los medios de comunicación y plantear una única versión oficial de los acontecimientos, son cuestiones muy delicadas. Y justificarlo tras los resultados de unas encuestas, pagadas con dinero público, es realmente indignante. No creo que estén los ánimos para estos juegos florales, salvo que esas flores sirvan hoy para llevarlas a los cementerios de nuestros miles de fallecidos.

Y en todo este lodazal de interpretaciones sobre el bulo y sus andanzas, parece que algunos vuelven a sacar tajada. Baste recordar que, tras la Guerra Civil española, el precio por mantener la calma en el País Vasco fue la controvertida entrega de toda la industria siderometalúrgica. Un alto precio que enriqueció sobremanera al Norte y desmontó toda iniciativa industrial en el Sur. Hoy vemos que el gran contrato de las mascarillas a producir en España se entrega al Grupo Mondragón, y que la maquinaria se va a colocar nuevamente al norte de España. Era de esperar que el apoyo a los presupuestos pudiera tener alguna contrapartida, pero ésta se antoja excesiva y, especialmente, morbosa. Porque hoy, además del País Vasco, hay industrias productivas y tecnológicas por toda España, y cabría esperar que la estrategia no fuera concentrar toda la producción en un punto, aunque sólo sea por cuestiones logísticas. Pero el tiempo nos está enseñando la importancia que tiene la experiencia profesional e industrial en nuestros gobernantes. Sobretodo para que no ser engañado por aquellos que les regalan el oído buscando únicamente su beneficio personal.

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