Postales desde el filo

Consensos

Los partidos contrarios a la Constitución han crecido hasta hacerse imprescindibles

Si algo caracteriza el presente es por ser el momento de la ruptura de los grandes consensos políticos y culturales. Los de posguerra en Europa y EEUU o los de la Transición en nuestro caso. Parece que asistamos a la extinción de todo lo que permitió conseguir unas cotas de desarrollo, bienestar y cohesión social como jamás se habían logrado. O que estemos ante fin del Pacto Social como fundamento moral de nuestra forma de vida.

Pero, bajemos al terreno. Desde que las elecciones generales de 2015 certificaran el fin del bipartidismo el mapa político de nuestro país dejó de ser previsible. Un ejemplo: Vox obtuvo en aquellas elecciones 58.114 votos, el 0,23, de los que perdió once mil en las inmediatas generales de 2016. Tres años después ha cosechado casi cuatrocientos mil votos en Andalucía, un 10,97%. ¿Qué ha pasado? No estoy muy seguro. Pero en estos años, como en un truco de cartas, la llave de la gobernabilidad en nuestro país ha pasado a manos del radicalismo nacional populista de uno y otro signo. La estabilidad política dependa ahora de partidos convencidos de que sólo hay política en el conflicto y que creen que el consenso es la anti-política. Los partidos vinculados al pacto constitucional han menguado mientras que los contrarios a la Constitución han crecido hasta hacerse imprescindibles. Claro que no lo serían si, como pide Valls, los constitucionalistas se unen frente a los populistas. Algo que estaría bien, pero que es impensable en las actuales circunstancias. Por el contrario, la dinámica de los acontecimientos ha llevado a las formación políticas a fortificarse en sendos bloques cerrados de derechas e izquierdas. Algo difícil de explicar teniendo en cuenta que el eje que más ha influido en este periodo ha sido el territorial, lo que, en buena lógica, debería haber favorecido la transversalidad entre los partidos constitucionalistas y no, como ha ocurrido, a profundizar en su división.

Obviamente el problema no es el fin del bipartidismo, que es una de las la consecuencia de la mayor fragmentación y desigualdad social provocada por la crisis y las incertidumbres del contexto social y político. No sé si los grandes partidos eran realmente elementos de integración y cohesión o si sencillamente sólo eran el producto de un tipo de sociedad en extinción. O si ha sido la fragmentación del mapa político lo que ha causado la ruptura de los grandes consensos políticos y culturales o al revés.

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