La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Constitución y Rey, garantías

Desean volver a las dos Españas superadas por la democrática, a la que tan pocas oportunidades se le dio

Ese señor mayor que ayer andaba dificultosamente apoyándose en un bastón cuando llegó a las 12 en punto al Congreso de los Diputados fue el puente entre la dictadura y la democracia, entre los principios del Movimiento y la Constitución, entre las Cortes franquistas y el Parlamento democrático. La historia dará a sus anécdotas escandalosas y a sus logros el lugar que a cada una corresponda. Y don Juan Carlos pasará a ella como el más grande rey de España desde Carlos III.

Un puente, necesariamente, se apoya en dos orillas. No se le puede acusar de que una de las orillas que une para poder pasar de una a otra fuera el franquismo. Don Juan Carlos presidió el tránsito de la España franquista a la democrática porque partió de la primera para llegar a segunda, al igual que Carrillo lo hizo del comunismo estalinista al eurocomunismo, Fraga del aparato del Régimen a los gobiernos democráticos, Suárez de la Falange a UCD o Felipe González del PSOE de ortodoxia marxista al socialdemócrata. Felipe VI citó ayer oportunamente el inteligente retrato de los padres ucedistas (Cisneros, Herrero, Pérez-Llorca), populares (Fraga), socialistas (Peces-Barba), comunistas (Solé Tura) y catalanistas (Roca) de la Constitución que hizo Gabriel Cisneros.

Me disgustaron los abucheos a Pedro Sánchez. Y ver a Podemos y sucursales no aplaudir al Rey emérito, a Felipe VI, a los padres de la Constitución y a los ex presidentes de nuestra ya felizmente larga democracia que supera en años a la dictadura. Las libertades que gracias a ellos y al pueblo español disfrutamos les permiten no hacerlo, defender la república frente a la monarquía parlamentaria y la extrema izquierda antisistema frente a la democracia representativa. Los tolero porque les han votado. No soy como quienes, tras las elecciones andaluzas, se revuelven contra las urnas. Pero esta misma libertad democrática me permite decir que sentí repugnancia y disgusto ante su mísera estrechez de miras, su aversión desagradecida (según el refrán cosa propia de mal nacidos) a lo que llaman "régimen del 78" y su voluntad de regresar a las terribles dos Españas felizmente superadas por la tercera España democrática a la que tan pocas oportunidades se dio en los años 30. El Rey -inteligente, necesario e integrador su discurso- y la Constitución lo garantizan en la medida en que pueda hacerlo lo que depende de la libre voluntad de los seres humanos.

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