La pandemia ha provocado la mayor caída de la contaminación observada en Europa. Me refiero a la ambiental, no a la que emana de la política. Y no tanto de los políticos, como de sus entornos mediáticos y del sectario hedor que desprenden las redes sociales. Aunque no sea muy edificante ver al PP y a Vox dándose cadozos para ver quien logra fijar el marco del relato en el que toda la responsabilidad de las muertes, los contagios, los confinamientos, etc. caiga sobre el gobierno de Sánchez. Como si el virus hubiese salido de la Moncloa. Insisten en situar el punto cero de la pandemia en la manifestación del 8 de marzo, que autorizó y alentó el gobierno. Aunque hubiese manifestaciones en todo el mundo. Ese mismo día Francia había decretado la prohibición de reuniones de mil personas, pero excluía de la orden las manifestaciones y los exámenes. Igual que Alemania, donde se tomaron medidas similares, aunque ese fin de semana se jugase la correspondiente jornada de la Bundesliga con los estadios abarrotados. Sólo Italia, donde el problema se agravaba, se aprestaba a aislar el norte del país. Por lo que hoy sabemos se podría afirmar que fue una imprudencia permitir ese domingo actos multitudinarios en toda Europa. Es posible que algún día un historiador publique un trabajo, sobre esta crisis, como Sonámbulos, el magnífico libro de Christopher Clark que describe el estado de ignorancia en las cancillerías europeas en las semanas previas al inicio de la I Guerra Mundial. Tomar ahora el 8M como origen de la pandemia es un ejemplo de falacia retrospectiva o, más bien, de ideología disfrazada de empirismo. En la manifestación participaron todos los partidos, excepto Vox naturalmente, mientras la portavoz popular se declaraba feminista amazona. Lo que da una idea de lo que preocupaba a los populares aquel día.

La oposición está para controlar y criticar al gobierno, cómo no, aunque en momentos tan graves cabe exigirles un plus de responsabilidad. Durante los primeros días el líder del PP estuvo comedido e incluso dio una cierta imagen de responsabilidad y de lealtad al gobierno de la nación. Pero eso es algo que no está en su naturaleza. Por mucho que Casado se empeñe en simplificarla, la realidad es compleja: el gobierno tiene la competencia sobre la pandemia, reforzada además por la declaración del Estado de Alarma. Pero la infraestructura sanitaria para combatirla es, desde hace décadas, competencia de la CCAA. Lo mismo ocurre con las residencias de ancianos, convertidas en el mayor y más fatal foco de la epidemia. Por ello, cuando se pide unidad y responsabilidad es también porque todas las administraciones, independientemente de su color político, tienen un papel en esta tragedia. Y el día que haya que pedir cuentas, como amenazaba el señor Casado en el pleno del Congreso, todos y todas tendrán que dar explicaciones. Aunque lo peor de todo es que tengamos que andar hablando de estas cosas.

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