Habría que hacer una auditoría sobre cómo se han gastado los fondos europeos en los 32 años que Andalucía lleva en la Unión Europea. Dónde, para qué. El próximo Parlamento podría encargarla. A pesar de ayudas superiores a los 100.000 millones de euros, la región sigue entre las más pobres de la UE. (De una Unión donde cuentan para la media países del este con economías muy débiles). Este es un fracaso colectivo, de gobernantes, empresarios, trabajadores, sociedad civil. Hace falta averiguar por qué estos fondos, con los que se compensa a las regiones más atrasadas, no generan aquí desarrollo sino un bienestar efímero.

La presidenta de la Junta es una virtuosa propagandista, aunque a veces la realidad le procure disgustos. El jueves 13 de septiembre en el Parlamento, en respuesta al portavoz de IU, Díaz dijo que los presupuestos de 2019 serían expansivos, sociales, de crecimiento, para "dar el salto definitivo a la convergencia". El pasado domingo este periódico publicó una extensa información que convertía ese vaticinio en una quimera.

A partir de 2020, Andalucía volverá al grupo de regiones más subdesarrolladas de la UE, las que quedan por debajo del 75% de la media comunitaria de PIB. No es nuevo, es donde ha estado 28 de los 32 años que lleva en el club europeo: la convergencia con España y Europa es una fantasía. Inmediatamente, el consejero de Economía ha explicado que la culpa no es de la Junta, que la región está mal financiada y que más de la mitad de los fondos los invierte directamente el Gobierno central... Llama la atención la ausencia de autocrítica. Por ejemplo, hasta 2020 habrán venido más de 8.000 millones del Fondo Social, el destinado a fomento del empleo y formación. O sea, 1,3 billones de pesetas, cuyo rendimiento no se ve por ninguna parte. La formación sigue siendo una asignatura pendiente.

Nos falta un patrón de desarrollo. La presidenta y su consejero hicieron el ridículo el 28 de febrero, cuando presumieron de que ya se había producido el cambio en el modelo productivo porque se exportaba más aeronáutica que aceite de oliva: las cifras del sector aéreo estaban infladas, Airbus anunció una semana después una drástica reducción de empleo y producción, y la apuesta por el denostado sector agroalimentario andaluz sí que supondría un salto en el desarrollo regional.

Hubo traspiés anteriores. En los 90, cuando la recién nombrada consejera Magdalena Álvarez presentó a la Comisión Europea los planes de inversión para el período 1994-1999 se los rechazaron. Tuvo que oír muy irritada al director general de Política Regional decirle que aquello "no era un plan de desarrollo sino una colección de caprichos de alcaldes". El programa se retrasó durante un año, hasta que fue corregido.

El resultado para Andalucía de tres décadas largas como región comunitaria tiene muchos balances, pero uno muy negativo: convergencia cero. Hace falta saber por qué. Urge.

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