Copias y simulacros

Toda tradición es consecuencia de un tira y afloja entre los que quieren innovar y los que se aferran a un pasado inventado

Aquellos que han propuesto recurrir a copias y simulacros, en las plazas públicas, como compensación ante la ausencia de las fiestas tradicionales que abren la primavera andaluza, quizás no han pensado hasta qué punto esta misma maniobra que ellos propician de adaptación a nuevas necesidades, lleva repitiéndose casi desde el origen mismo de las fiestas. Puede incluso que lo más tradicional en ellas no sea tanto lo festejado como los cambios a los que cada nueva celebración obliga. Por eso lo que suceda este año será buena ocasión para reflexionar, de cerca, sobre lo que significa una fiesta y su mayor o menor dependencia de las tradiciones que arrastra. Porque las copias y simulaciones que van a plantearse, en apariencia, buscan resarcir de la nostalgia y añoranza provocadas por la pandemia, pero también podría ocurrir que estas sustituciones aceleren un proceso que ya estaba en ciernes. Y de no haber sido por esta circunstancia, se habría llevado a cabo de todos modos, aunque poco a poco, casi sin percibirse. Así ha sucedido siempre en Andalucía: a lo largo de siglos, fiestas y tradiciones han sufrido tantas readaptaciones que sus orígenes se pierden en un mundo de leyendas. Toda tradición es consecuencia de un tira y afloja entre los que quieren innovar y los que se aferran a un pasado igualmente inventado. Y en estos meses próximos, se abrirá un trabajo de campo excepcional para aquellos a quienes guste observar cómo evolucionan las tradiciones festivas andaluzas en situación tan complicada. En esta sociedad meridional en la que por gusto y elección -junto con el aliento de sus propias instituciones- la convivencia y celebración, en espacios públicos, constituye uno de sus rasgos más compartidos, resultará difícil desviar inclinaciones tan arraigadas. Esta energía exuberante que hasta hoy se canalizaba hacia lo lúdico, será difícil reorientarla hacia el trabajo productivo o hacia otro tipo de manifestaciones culturales (poco atendidas, además, por esas mismas instituciones) ¿Cómo desplazar y competir con el atractivo de una diversión que tiene conquistada la calle? Por tanto, quizás convenga seguir cautamente esas propuestas e intuiciones que ofrecen, para llenar estos días, simulacros, sustituciones y copias. Porque si acertaran, tal vez dentro de pocos años, estas copias pasarán a ser originales, y lo que empezaron como simulacros sustitutivos se convertirán en las más auténticas y verdaderas tradiciones.

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