Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Corazón segmentado

UNOS buenos padres harán sentir a sus hijos que son únicos, que no hay nadie como ellos. Por supuesto, con eso sólo, los padres no ya no serían buenos educadores, sino que estarían comprando un billete a la frustración a sus pequeños: la pretensión primaria de hacer "felices" a los hijos, sin más, es una bomba de relojería cuya víctima es el pequeño. El marketing sabe perfectamente que singularidades, las justas. La mercadotecnia nos atempera la vanidad: más bien nos comportamos de forma previsible y poco original. Por eso existe la estadística y se utiliza profusamente; por eso preguntando a unos pocos -la llamada muestra de una población- a la puerta de un colegio electoral se predice con bastante precisión los resultados de los votos en el mismo. Técnicamente, se llaman segmentos: grupos de personas que previsiblemente van a responder de forma uniforme a los estímulos de la publicidad o a la colocación de los productos en los lineales del súper. Aceptémoslo: formamos parte de targets -literalmente, dianas-; puede que uno sea un rarito y se sienta muy especial, pero a la postre formará parte de un segmento de raritos con sus mismas excentricidades, más o menos. Tómeselo bien: tal adscripción en la gran rueda del consumo propicia un sucedáneo del calor de la tribu alrededor de la lumbre en la cueva. Hay cosas peores.

La segmentación ha llegado con éxito también al amor, en un mundo de corazones solitarios por doquier. Hace unos quince años, una joven y rutilante redactora económica de este periódico me rebatía que las agencias de contactos por internet, entonces embrionarias en España, fueran un servicio de gran futuro. Si hay un producto que se base en la segmentación es ése; su esencia ya la detectó el latino pensante: "Pares cum paribus, facillime congregantur", Dios los cría y ellos se juntan, vulgarizó el adagio popular. Se establecen una variables o criterios, se combinan según una fórmula y, voilà, estamos ubicados en un segmento. El de los contactos en la red se ha convertido hoy en un sector consolidado y en incesante crecimiento. Muchos ya no ocultan que ligan por medio de estas webs. Aquella compañera defendía que, tomando una copa en la calle, podría aparecer el amor de tu vida en forma de desconocido total, cosa asaz improbable según mi criterio. Ella encontró el suyo en el trabajo, y lo conserva felizmente. Pero es que, más que los bares que frecuentas, el tipo de trabajo que desarrollas segmenta una barbaridad.

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