Luces y sombras

antonio / méndez

Cordiales enemigos de partido

ADMITO que me suscita morbo conocer cómo compatibilizarán la campaña electoral andaluza los dos más cordiales enemigos de partido: Susana Díaz, la candidata a la presidencia de la Junta, y Pedro Sánchez, el líder del PSOE que ha prometido volcarse en los comicios andaluces y que con su actuación en la Federación Socialista Madrileña, ha servido munición suficiente para que el partido continúe entretenido durante este periodo electoral en sus pugnas internas, una de sus grandes especialidades.

Supongo que a caballo de algunas encuestas, el nuevo orden demoscópico que gobierna la vida política desde la irrupción de Podemos, que otorgan buenos resultados al PSOE andaluz, la dirigente socialista preferirá que su secretario general permanezca lo más alejado posible de ella. Si hay triunfo, mejor no compartirlo. Pero dudo que Pedro Sánchez, que empieza a demostrar que no es ninguna reedición de Bambi, ceda su soberanía orgánica. Así que espero con ansiedad conocer el calendario de los mítines en que los dos coincidirán y detalles nimios, como por ejemplo quién cerrará los actos.

Nada de lo que sucede en la actualidad política es novedoso. Con un buen servicio de documentación comprobaríamos que la originalidad brilla por su ausencia. Si Podemos ha roto con el discurso de derechas e izquierdas e intenta sustituirlo por el de pobres y ricos, sólo hay que recoger las declaraciones en los años 90 del entonces número 2 del PSOE, Alfonso Guerra, llamando a filas a los "descamisados". Comprobaríamos que el espíritu que tanto impacto ha provocado ahora es bastante similar al que nutría aquellos encendidos discursos de hace más de un cuarto de siglo.

Pero los socialistas acabaron apoltronados en las ciudades y los guerristas, derrotados por los llamados renovadores. Entonces estos preconizaban un cambio de modelo de partido para abrirlo a la sociedad. Consumada la derrota del adversario, la realidad demostró que, igual que sucede en estos momentos, los movimientos en el partido sólo esconden la primaria lucha por conquistar el poder, aunque éste eximio. Y los aparatos funcionan siempre igual aunque cambien de manos.

A partir de 1994, Manuel Chaves evitaba coincidir en las campañas con Alfonso Guerra, al que le dejaban terreno libre por los pueblos para que enervase allí a los "descamisados". El resto intentaba seducir al voto urbano. Hasta que hace tres años, los estrategas de José Antonio Griñán descubrieron que sólo en las zonas rurales el PSOE mantenía a esos votantes fieles capaces de perdonarles las tropelías cometida en 30 años al frente de la Junta. Y los socialistas andaluces se salvaron del desastre un instante antes de que sonara la campana.

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