Editorial

Corrupción en el 'oasis' catalán

LA detención del alcalde socialista de Santa Coloma de Gramenet y vicepresidente de la Diputación de Barcelona, junto al concejal de Urbanismo, dos antiguos altos cargos de los gobiernos de Jordi Pujol, dos importantes constructores y un ex diputado socialista, realizadas ayer por orden del juez Baltasar Garzón en el marco de una investigación por presuntos delitos de blanqueo, cohecho y tráfico de influencias, vuelve a impactar en una opinión pública que asiste estupefacta al descubrimiento de continuos casos de corrupción. La operación está relacionada con actuaciones urbanísticas sospechosas -por blanqueo, pago de comisiones ilegales y adjudicaciones amañadas- en la propia Santa Coloma, en Sant Andreu y en Badalona, la tercera ciudad más poblada de Cataluña. Aparte del alcalde y el ex parlamentario socialista, la presunta trama implica a Maciá Alavedra, ex consejero de Economía de la Generalitat, y Lluís Prenafeta, brazo derecho de Pujol durante nueve años, que ya fue inculpado en el caso Casinos (supuesta desviación millonaria de fondos a Convergencia Democrática) y en el caso Grand Tibidabo, junto al financiero Javier de la Rosa, aunque salió indemne de ambos. Todavía están los ciudadanos catalanes asombrados por la dimensión del auténtico asalto cometido en una institución tan señera de la cultura nacional como el Palau de la Música y ahora se encuentran con este nuevo escándalo que eleva aún más el desprestigio de la política a causa de las actividades irregulares de sus gestores. Durante mucho tiempo Cataluña ha presumido de su condición de oasis civilizado, democrático y culturalmente superior de su comunidad con respecto a la crispación y corrupción que han afectado a otras comunidades españolas. En los últimos años se ha ido desvelando, gota a gota, la cruel realidad de que en Cataluña se han producido muchos casos de relación espuria entre la clase política y los especuladores y traficantes de influencias, con un fondo de financiación ilegal de los partidos gobernantes. El oasis está resultando una charca con un grado de pestilencia en todo semejante al tristemente común en otras tierras.

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