Postales desde el filo

José Asenjo

Corrupciones y corruptelas

SEGÚN el último barómetro del CIS, la corrupción y el fraude se han situado en segundo lugar entre las preocupaciones de los españoles. Aunque la pregunta se refería a estos problemas sin adjetivarlos, todo el mundo ha mirado a los políticos. En realidad, cuando se pregunta por éstos, por sus partidos y la política en general el nivel de preocupación desciende al cuarto lugar, tras los problemas económicos; el primer problema obviamente es el paro. Lo extraordinario es que en este barómetro un 40% de los consultados manifeste una preocupación preferente por la corrupción y el fraude, frente al 17,7% del barómetro del mes de enero. ¿Han cambiado la formulación de la pregunta? o se ha producido un súbito incremento de la exigencia ética de las españoles. En mayo de 2010, cuando se inauguró la política de duros ajustes, sólo un 4,4% expresaba semejante preocupación. El crescendo mediático de estas últimas semanas en torno a la corrupción política, con la inevitable presencia de sus protagonistas en todos los informativos entrando y saliendo de los juzgados, podría explicar este aumento espectacular. Pero desgraciadamente a estas alturas esas imágenes resultan ya demasiado familiares.

Me gustaría creer que cuando los españoles hablamos de corrupción, además de estar pensando en los que todos estamos pensando, también nos preocupásemos por ese otro tipo de corrupción sin adjetivos, de baja o alta intensidad, tan presente en nuestra sociedad. Y también que cuando nos comparemos con países con democracias maduras, en los que la ejemplaridad ética en la política es la norma y no la excepción, pensemos que en esos lugares son también excepcionales ciertas actitudes que tan frecuentes son entre nosotros. Resulta muy significativo que seamos líderes mundiales en descargas ilegales en Internet o tengamos una posición privilegiada en economía sumergida. En esos países con un razonable nivel de moralidad pública, no se hacen preguntas como ¿con IVA o sin IVA? o tantas otras cosas que están en la mente de todos y que forman parte de nuestra idiosincrasia. O por recurrir a algo de actualidad, que existan, como aquí, un mercadillo abierto las veinticuatro horas en los que el "periodismo de investigación" puede adquirir los secretos sumariales, los de los servicios de inteligencia o los documentos de las investigaciones policiales.

Comparto la idea de que la corrupción política e institucional es la peor de las corrupciones: infecta la sociedad, la degrada, le resta la energía necesaria para poder crecer y contribuir a que seamos mejores y podamos disfrutar de mejores condiciones de vida. Pero también creo que no es posible entender la verdadera naturaleza de ese problema sin relacionarlo con el de una sociedad históricamente sometida a chapotear en la pegajosa materia de la corruptela y el fraude cotidiano.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios