Crónica Personal

Cosas de dinero

Lo más sospechoso, también para Bruselas, es el empeño de Sánchez en poner un mecanismo de control de los fondos europeos

Los datos sanitarios mejoran, mínimamente pero mejoran, aunque habrá que esperar para averiguar si estamos ante el inicio de tiempos mejores. Comienza una nueva fase: la de los dineros, la de hacer cuentas. Es sabido que económicamente dependemos de la generosidad de la Unión Europea, al igual que el resto de la UE. Todos miramos hacia Bruselas con igual intensidad y preocupación. Las cifras básicas las conocemos de memoria, 750 mil millones a distribuir, de los que nos corresponden 140 mil. De ellos, 72 mil son fondos no reembolsables, y el resto préstamos a largo plazo y bajo interés, que todo el mundo da por hecho que no se devolverán. En los Presupuestos se incluye un anticipo de 27.000 millones a cuenta del dinero que llegará algún día, pero pasan los meses sin que caiga el maná del cielo. Que en este caso es de Bruselas. O más bien de Fráncfort, sede del Banco Central Europeo.

A medida que transcurre el tiempo se hace más urgente recibir esos fondos, porque la pandemia ha dejado las cuentas de los españoles temblando y solo se salvarán empleos y remitirán las colas del hambre si llega el dinero europeo y se distribuye con criterios solventes, rigurosos… e inteligentes. Y ahí está el problema, con dudas sobre el criterio que aplicará el Gobierno para hacer uso de ese dinero. De momento no se ha enviado a Bruselas el proyecto, aunque tampoco lo han hecho la mayoría de los países europeos, hay plazo hasta el 30 de abril. Lo que ocurre es que probablemente los ciudadanos de otros países tienen más confianza en la capacidad de sus respectivos gobiernos para utilizarlos como exige Bruselas, mientras que en España existen razones fundadas para sospechar que el Gobierno de Sánchez va a intentar usarlo a conveniencia de políticas supuestamente sociales que auguran desastre económico, de organismos y asociaciones vinculados a su ideología, o de sus compromisos internacionales con países que no cumplen con las reglas de la democracia, como por ejemplo Venezuela, donde el caso Plus Ultra provoca auténtico escándalo.

Lo más sospechoso, también para Bruselas, es el empeño de Sánchez de no poner en marcha un mecanismo de control que garantice que esos fondos llegarán a donde deben llegar y no a donde pretende el gobierne que lleguen para garantizarse así el voto de ciertos sectores. O que se repartan teniendo en cuenta sus promesas, como ocurre con las que se ha hecho a los ayuntamientos sin que hasta ahora se hayan cumplido. Así las cosas, volvemos a la situación que se vivía al inicio de la pandemia: de esta tragedia sólo nos salva Bruselas. Pero, para salvarnos, la UE tiene que meter en cintura a Sánchez y al círculo que trata de mangonear con el reparto de los fondos europeos.

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