URGENTE Pedro Sánchez se retira de la vida pública hasta el 29 de abril para pensar si seguirá de presidente del Gobierno

El dato más interesante del informe PISA no está en sus resultados, sino en los del ejercicio de comprensión lectora que a continuación realiza la clase política. Tan decepcionante como en línea de la explicación que hace tiempo escuché a un inspector de educación sobre la injusticia de calificar con el mismo criterio a alumnos de barriadas de diferente extracción social, porque su entorno condiciona su capacidad de aprendizaje. Especializado en preguntas impertinentes, cuestione si en un futuro tendría que preguntar a los cirujanos si eran de buena familia.

Tan evidente como que el sistema educativo debe compensar estas diferencias para dar a todos las mismas posibilidades, también lo es que, al final de la carrera, o se llega o no se llega. Si justificar los malos resultados en la localización de los centros encuestados en las zonas más deprimidas del país, sólo refleja que el sistema ha sido incapaz de compensar las diferencias que pretendía superar; excusarse en que es incompleto porque sólo valora las ciencias, las matemáticas y la comprensión lectora, dejando de lado la educación en valores, recuerda a la madre de esos amigos que todos hemos tenido de pequeños, que evaluación tras evaluación, se tenía que conformar con el premio a la simpatía que recibían sus hijos después de suspender hasta el recreo. Nada raro. La universidad contempla un procedimiento administrativo de formulación cabalística por el que se puede solicitar que una comisión valore el aprobado de la asignatura que falta para acabar los estudios tras suspenderla en varias convocatorias. Al margen de que el trasiego trashumante de alumnos de universidad en universidad no siempre busca los mejores prados. Todo lo cual sería una crítica al sistema educativo andaluz si no fuera porque los resultados de ninguna comunidad destacan por encima de la media europea y España tampoco ha mejorado mucho desde 2006.

Hace poco que un alumno me preguntó qué tenía que hacer para aprobar. Estudiar y comprender la asignatura. Había accedido a la universidad con un 9,5 sobre 10. Lo que no era raro, aunque a mediados de los 80 los mejores expedientes de bachillerato rozaban el 8,75 y desde entonces nadie ha constatado que una mutación haya mejorado la especie. Cuando llegué a la universidad, conocía el valor del coseno de 45º. Hoy es un arcano que un estudiante cifró en la raíz de 37, antes de llevar su caso a la comisión.

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