¿Crudos o escaldados?

A los políticos les preocupa la ciudadanía lo mismo que a mi madre y a mi tía el sufrimiento de los caracoles que cocinaban

Mi madre y mi tía Carmen, a ambas las tiene el supremo en su gloria, siempre explicaban, mientras yo me chupaba los dedos para que nada de la salsilla se me escapara, que a los caracoles había que pillarlos en el momento justo. En el instante preciso en que, con el agua calentita, sacaban la cabeza y los cuernecillos un tanto agobiados por el calor. ¡Y zas!, en esa situación había que abrir el fuego a toda fuerza para que el agua hirviera rauda y no escapara ni un solo caracol de morir con el cuello fuera. Y ellas lo explicaban con sabiduría, seguro que la recomendación venía de más tiempo atrás, con gran probabilidad de mis abuelas y bisabuelas. He de reconocer que aquello no me provocaba mucha preocupación, era bastante desagradecido pues en ese "zas del fuego" estaba el deleite de comer al delicioso animalejo sin tener que realizar demasiado esfuerzo para extraerlo de su concha. Digamos que era la inconsciencia de la infancia.

Al lector que no le gusten los caracoles, muchos hay, lamento la vil descripción realizada de semejante tortura. En mi descargo les digo que yo nunca los he cocinado, es algo complicado aplicar esa tortura sin que el animal sufra, claro. Pero si no le gustan los caracoles, puede que disfrute comiendo ostras. Y dicen que se han de tomar crudas, es decir, que el bichito tiene que estar vivo. Y mejor con un poquito de limón. ¿Le ha preguntado usted a la ostra como le sienta el limón? Ya estamos empatados, a mí no me gustan las ostras.

Podemos probar con un tercer plato, seguro que aquí estaremos de acuerdo. ¿Qué tal un arroz con langosta o con bogavante? Exquisito, seguro. ¿Cuándo hervimos el bogavante lo habíamos matado anteriormente al proceso de escaldado para asegurarnos de que el crustáceo no sufría? En Suiza es un delito no asegurarse que el bicho esté muerto antes de la inmersión, no es broma. Tampoco es broma el problema que tuvo que resolver el juez para decidir si era o no delito alimentar a una serpiente con cachorros de perro. La clave del proceso era saber si el alimento estaba vivo o no, respiraba o no. Llegados a este punto, me pregunto yo el sentido de tener una serpiente como mascota.

Y oído el debate de investidura, estoy por asegurar que a nuestra clase política les preocupa los problemas de la ciudadanía exactamente lo mismo que a mi madre y a mi tía el sufrimiento de los caracoles. Vale.

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