Cuarto milenio

Durante las obras el mobiliario urbano busca nuevas y extrañas localizaciones

Es de todos conocido que durante las obras de cualquier ciudad del mundo, el mobiliario urbano busca nuevas y extrañas localizaciones que nos inducen a pensar por un momento que el teletransporte ya es una realidad; ignorantes del origen de tan espectaculares movimientos en las decisiones de los ingenieros responsables y el celo de los operarios a sus órdenes. Caso aparte es el de la jardinera que corta el paso a los peatones en uno de los semáforos de la Alameda de Colón, cuya errática posición es merecedora de la atención de Iker Jiménez.

Nadie encuentra su sitio en este mundo a la primera y los semáforos no iban a ser una excepción. Tras instalarse inicialmente, y con motivo de las obras del Metro, a la altura de la calle Casas de Campo, el artilugio se deslizó veinte metros en dirección a calle Vendeja unas semanas después. En su nueva ubicación, el paso desembocaba en la terraza del restaurante que hay a esa altura, obligando a los peatones en su tránsito a debatirse entre sortear una barrera de mesas y sillas, o los coches de la calzada. En Tokio podríamos pensar que el restaurante había patrocinado la instalación del semáforo para acercar a su potencial clientela, pero en Málaga, estos hechos suelen ser coincidencias del destino. Como también debió serlo, que hace unas semanas, unas obras en la esquina con calle Vendeja convirtieran el cruce peatonal en un callejón sin salida. Bloqueados entre las obras y el aparcamiento de motos, alzamos los brazos al cielo y las mesas se abrieron permitiendo el tránsito de los peatones cual pueblo de Israel en su huida de Egipto. El paso duró lo que duraron las obras de la esquina, y vueltas las aguas a su cauce, éstas fueron embalsadas mediante la disposición de una jardinera que a modo de dique defiende el relaxing cup de las cíclicas oleadas de molestos transeúntes. Que quieres cruzar la calle como Dios manda y la policía municipal vigila, pues das un rodeo por la terraza, que lo del mar Rojo fue un milagro.

Finalizada la encuesta ciudadana sobre la peatonalización de la Alameda con la conclusión de que los preguntados prefieren peatonalizar su zona central (exactamente lo contrario de que se va a hacer), los miedos a que las nuevas aceras sean colonizadas por un enjambre de mesas y sillas han resurgido. La invasión de las jardineras errantes no ha hecho nada más que empezar y Cuarto milenio tiene tema para otra temporada.

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