Cuarto poder

Por unos días 'The New York Times' ha recordado a 'L'Aurore' con su tribuna anónima del 5 de septiembre

El artículo de Émile Zola Yo acuso, publicado en 1898, en el periódico L'Aurore, figura en las historias de la opinión pública como la mejor manifestación del poder decisorio de la prensa. La denuncia del novelista ejerció tal conmoción en los lectores, e incidió tanto en los ámbitos sociales y políticos franceses, que ha quedado como referencia máxima de capacidad movilizadora. Pero tal dominio de la letra impresa en la vida pública pudo ejercerse porque su denuncia venía avalada por un medio que había apostado, ante sus lectores, por una verdad sin paliativos, y por un escritor que, por su comportamiento, se había convertido en voz crítica e insobornable de la nación. Fue entonces cuando se empezó a calificar a la prensa de cuarto poder. Y esta justificada metáfora funcionó durante un siglo, aunque no siempre con la audacia crítica empleada por Zola en beneficio de la verdad y de la justicia.

Desde hace unas décadas, otros métodos de influir en la opinión pública se han impuesto, muchos periódicos han olvidado sus convicciones y se ha oscurecido la fuerza de las firmas que, con su opinión, despertaban confianza. La letra impresa ha sido desbancada porque el artículo de periódico exige argumentos, reflexión y tiempo, mientras las nuevas invenciones digitales, a su atractiva modernidad, añaden la supresión de cualquier esfuerzo. Pocas letras y un mensaje unívoco y simplificado, enmascarando la verdad con los intereses del emisor. Como consecuencia, resignación y escepticismo se ha instalado en gran parte de los ciudadanos. Las profecías más desencantadas se imponen. Y lo que resulta aún peor, esos métodos oportunistas de transmitir la información son utilizados con el mayor descaro, y sin mala conciencia alguna, por altos cargos de países democráticos. Incluido, el propio presidente de los EEUU que había convertido -y con gran éxito de seguidores- esos usos casi en exclusiva forma de dirigirse al país. Pero cuando la esperanza de racionalidad parecía perdida, de nuevo un artículo en un periódico conmueve al mundo. Puede que sea una recuperación fugaz, una mera llamarada, mas por unos días The New York Times ha recordado a L'Aurore, con su tribuna anónima del 5 de septiembre, reproducida por tantos otros diarios. Igualmente, el gran periodismo de investigación, personalizado por Bob Woodward, se adentra, con la credibilidad conseguida por sus anteriores trabajos, en la Casa Blanca para desentrañar el perverso caos que allí reina. Cabe, pues, la pregunta: ¿regresa otra vez el poder de la prensa?

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