Crónica Personal

Pilar / cernuda

Cuchillas

EN el Ministerio de Interior corrigen de inmediato cuando se les mencionan las cuchillas de la valla de Melilla. No son cuchillas, dicen, sino concertinas. No es una cuestión sólo de semántica, se percibe a la legua que se sienten profundamente incómodos con el hecho de responder a los inmigrantes -hombres, mujeres y niños- con cuchillas que cortan como puñales; las concertinas en cambio tienen una imagen más dulcificada, alambradas de espino reforzadas con las que se rodean lugares cuya seguridad hay que salvaguardar o, como en las prisiones de alto riesgo, impiden que los presos escapen.

Los inmigrantes no son delincuentes, ni presos, y produce un rechazo absoluto el simple hecho de pensar que en nuestro país se les recibe con esas cuchillas o concertinas que les cortan las manos o los pies, incluso la cara, rasgan sus vestiduras y pueden mutilarlos horriblemente si tienen la desgracia de caer sobre ellas. Nos hemos hecho cruces con las medidas del Gobierno italiano que castigaba a quienes ayudaran a los inmigrantes en peligro, y aquí sin embargo ponemos elementos cortantes y punzantes en las vallas para tratar de que no traspasen nuestras fronteras.

Los miembros del Gobierno que defienden la idea, que son pocos aunque ningún ministro se ha atrevido a decir en público lo que dice en privado, argumentan que fue el Gobierno de Zapatero el que colocó concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla en 2005. Olvidan mencionar que Rubalcaba las quitó cuando era ministro del Interior. Como olvidan mencionar algunas imágenes en las que vimos a inmigrantes con sus carnes rotas al intentar saltar la valla de Melilla.

Es evidente que no podemos abrir la puerta a los miles de inmigrantes que tratan de llegar a España de forma ilegal para huir de la miseria, como es evidente que estamos obligados a cumplir las leyes de la Unión Europea que obligan a someter a estricto control nuestras fronteras para impedir o al menos evitar la entrada masiva de personas que miran hacia Europa como única posibilidad de sobrevivir. Pero de ahí a esperarlos con objetos punzantes hay un abismo.

Rajoy, y la mayoría de los miembros de su equipo, han dado muestras sobradas de sensibilidad hacia los más desfavorecidos. En este caso esa sensibilidad brilla por su ausencia. Suele decir el presidente que de los errores se aprende, como suele decir que no le importa admitir que se ha equivocado y que en esos casos lo que hay que hacer es rectificar. Pocas oportunidades más claras que ésta para hacerlo. Porque esas cuchillas a las que llaman concertinas son una vergüenza.

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