Cuentos y otras historias por la pandemia

Sólo Teresa Porras ha sido previsora a prueba de alarma en Navidad, en agosto ya había autorizado las luces

En una nueva versión del cuento, siempre que la revisión sea políticamente correcta y algún ministerio orwelliano no la censure, Cenicienta se marcharía del palacio mucho antes de las 11. Así regresaría a casa dentro del horario autorizado y además en la carroza. Pero claro, no perdería el zapato por las prisas. Aunque necesitará vivir en un domicilio en nivel 2. Para que no protesten las Ayuso, se puede conservar la otra parte del argumento. Las 12 siempre es la hora ideal para que se desvanezcan los hechizos o para una última copa. Otra cosa es el príncipe. Primero, sería difícil que le autorizaran la fiesta. La búsqueda de una consorte no es una causa excepcional en una pandemia. Y como cargo institucional estaría muy mal visto que bailase, con el ocio nocturno cerrado, y, además, con una no conviviente. Lo positivo de la cita sería la presencia de la mascarilla. Resta valor al físico a primera vista y sublima otras cualidades de mayor rango. Si llegados aquí la historia está completamente desvirtuada, siempre se puede recuperar la versión original. Basta con exigir un PCR negativo a todos los invitados.

Sin zapato que probar entre las mujeres para hallar a Cenicienta tras su puntual fuga, al personaje regio sólo le quedará acudir a las redes sociales para comer perdices. La historia promete. Sólo hay que condimentarla con un estado de alarma de seis meses para añadirle emoción. Y al llegar la media noche, los briosos caballos del carruaje volverán a su condición de ratones. No hay fondos europeos Next Generation que puedan impedirlo. Lo importante es que todo transcurra bajo el toque de queda.

Pero dejemos la ficción. Superado Halloween y con los Santos más tristes, se asoman los Reyes Magos. Habrá que expedirles autorización oficial, por motivos laborales, para que se salten los confinamientos perimetrales. No darían buen ejemplo sus majestades si usan la magia para burlar los controles policiales. Con la Navidad, la única previsora ha sido la concejal Teresa Porras. En agosto ya había comenzado el montaje de las luces. Por si las suprimían por las aglomeraciones. Celebración a dos velas pero con miles de lámparas led.

Despidámonos de las cabalgatas. Del carnaval. O de las procesiones. A no ser que se acote un circuito cerrado en el centro de la ciudad, con cabida para unos 30.000 privilegiados espectadores, sentados y separados. Los tinglados se levantarían dentro de ese círculo y se celebrarían los desfiles en el interior de espacio acotado. Para participar, los hombres de trono se someterían a los test. Como en la liga de fútbol profesional. No es una ensoñación sino una alternativa para salvar la Semana Santa de 2021 en Málaga, la del centenario. Se trata de obrar un pequeño milagro que para muchos sería sencillamente elitista.

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