Cuando preguntaron a Winston Churchill su opinión sobre los franceses, contestó que no tenía, porque que eran muchos y no los conocía a todos. Al contrario que el presidente del Eurogrupo. Dijsselbloem conoce tan bien a los 134.240.402 ciudadanos europeos que viven en los países del sur de Europa (franceses aparte) que puede censurar nuestra costumbre de gastarnos el dinero en mujeres y copas. Lo que nos sienta mal a la mayoría de nosotros, que desconocíamos que su directo estilo, "propio de una cultura calvinista", le lleva a decir cosas como éstas y como que posee un máster universitario que realmente no tiene.

Las palabras del futuro exministro holandés son toda una declaración de principios sobre la idea que tiene parte de la protestante Europa del norte, de la católica Europa de Sur. Lo que podría entenderse en boca de alguien al que no se le supusiese su filiación socialdemócrata como fuente de inspiración. Una ideología que, sin renunciar a valores como el compromiso y el esfuerzo, hizo de la solidaridad entre los pueblos, el internacionalismo y el compromiso con los más necesitados, principios entorno a los que edificar su contribución a la construcción de Europa. Valores cuestionados por el día a día de la construcción de la Unión Europea, más económica que social y basada en un sálvese quien pueda, donde es difícil distinguir a un socialdemócrata como Dijsselbloem de un ministro conservador. Condición esencial para poder votar a uno en lugar de a otro.

Dijsselbloem acaba de cosechar una derrota sólo comparable con la del Pasok de sus denostados griegos en 2015. Después de que Churchill ganara la guerra a los nazis, sus conciudadanos decidieron degradarle a diputado raso votando a los laboristas. El holandés tiene otro estilo y ya ha manifestado su decidida voluntad de no dimitir de su bien pagado puesto en Europa. Nuestra refinada educación impide que lo mandemos a donde nuestra cultura mediterránea nos pide: a tomar por donde amargan los pepinos. Como ya han hecho sus compatriotas y terminará haciendo Europa con toda la socialdemocracia, si no construye pronto un discurso unitario e ilusionante que sitúe a este señor en su sitio. Tampoco entiende mucha gente eso de andar de mirón viendo señoritas en paños menores detrás de un escaparate, después de ponerse agustito en un coffeeshop a pocos metros de la iglesia más antigua de la ciudad. Cuestión de estilo.

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