Luces y sombras

Antonio Méndez

Cuestión de identidad

SENTÍ sana envidia esta semana al conocer cómo Cádiz lleva preparándose desde 1999 para convertirse en 2012 en la Capital Iberoamericana de la Cultura. Cierto que el bicentenario de La Pepa y la conmemoración de los dos siglos de independencia de muchos países americanos le han permitido elaborar un proyecto único. Pero se comprobó en la presentación en Málaga un esfuerzo de hormiguita hasta dar a luz a una gran criatura. Supongo que desde fuera apreciamos menos los defectos y además es notorio que este parto tampoco ha estado exento de dificultades e incluso de sonadas deserciones.

Pero nada que ver con las urgencias que han marcado la carrera malagueña por la Capitalidad Cultural de 2016. Creo que la fórmula escogida para presentar la candidatura el martes en Madrid no será determinante para que pasemos el corte. El jurado tiene hace meses el proyecto de Málaga y me consta que, como al resto de aspirantes, ya ha pedido aclaraciones. Las frases de apoyo que den los representantes institucionales o las de conocidos personajes, si se hubiera apostado por una alternativa distinta, tampoco diferirán mucho de las que pronuncien los de las 15 ciudades contrincantes, aunque supongan la guinda de este pastel.

Sí me parece más grave que se suspendiera el macroconcierto con artistas malagueños con el que se pretendía dar un gran aldabonazo de salida. Ese altavoz justamente hubiera servido para fijar el foco de una realidad que muchos desconocemos: sin alharacas, en Málaga bulle un gran movimiento cultural que alumbra talento en múltiples facetas. Sin circuitos oficiales. Ésta es nuestra fuerza de partida. Alcanzar la Capitalidad en 2016 sería estupendo, lo contrario tampoco debería originar frustración. Los títulos políticos llevan fecha de caducidad, en este caso 2013. Los auténticos son infinitos.

Pero es hora de decidir cuál es la identidad malagueña. En veinte años hemos sido capital de la Costa del Sol y del Sur de Europa. La Ciudad del Cine y, ojalá, el Silicon Valley de la UE. A veces, la California europea, otras, Florida. Siempre, cuna de Picasso, pero sin determinar cuándo la mecemos. Y hasta servimos de puerta a Marruecos si así cofinanciamos el Palacio de Congresos. Fenicios, cosmopolitas y de aluvión. Sin competencia.

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