Pensaba Roma que cuando la guerra era inevitable, todo el tiempo que se dejara pasar iba en contra suya, pues el enemigo lo emplearía para hacerse más fuerte mientras que ella sólo podía debilitarse. La ignorancia de este principio dio tiempo a Sánchez para reordenar sus filas y escarmentó en cabeza propia a Susana Díaz, que camino de Madrid para investirlo como secretario general decidió que el congreso andaluz sería ayer mejor que hoy y los congresos provinciales, hoy antes que mañana. La renovación del partido debía empezar por la de sus estrategias internas.

Después de reflexionar sobre la necesidad de propiciar el debate interno y hacer del PSOE una organización más participativa y transparente, el 39 Congreso ha establecido la posibilidad de que la elección por primarias de los secretarios generales se pueda realizar a dos vueltas entre quienes consigan el aval del 3% de la militancia. Se facilita la aparición de candidatos, cuya abundancia tampoco daña, al tiempo que la segunda vuelta obliga a formar alianzas y asegura la elección del secretario general por una mayoría cualificada. No obstante, el congreso también dejó abierta la posibilidad de que los próximos secretarios provinciales se continúen eligiendo mediante una única votación entre quienes consigan el aval del 20% del censo. Procedimiento que se seguirá en Andalucía y que no deja de ser una perversión del sistema de doble vuelta. Como se trata de un aval, una "garantía que se presta sobre la conducta o cualidades de una persona", parecería lógico que alguien pudiera avalar la conducta de más de un candidato. Independientemente de a quién prefiera. Pero al impedirlo los estatutos, la recogida de avales se convierte en una primera vuelta en la que se exige obtener el respaldo de al menos el 20% de la militancia. El doble que en las primarias andaluzas. Y que demanda que para que concurran más de dos candidatos (como en las primarias a nivel nacional) que el número de avales sea prácticamente el mismo que el de militantes que luego votan: más de un 60%. La gran diferencia es que, en esta vuelta, el "voto" no es secreto, sino público y con apellidos.

Las normas son las normas y están para cumplirlas, pero a quienes se postulan para cambiar la sociedad se les debe exigir que se pronuncien sobre qué opinan sobre las mismas. Sobre todo, cuando se puede elegir entre dos alternativas. Ahí empieza la verdadera campaña.

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