Para ser sincero, estaba con cero ideas para este artículo, que no es de lujo, pero qué lujo es articular palabras en una columna, pues las columnas son para admirarlas, no para esconderse tras ellas. Un servidor no se esconde ni es conde, azul solo tengo la tinta del bote. Y tonto del bote sería si no soltara tanto que contar, aunque sea tentado por el intento de escribir esta rara opinión que para no llamarla de otro modo la llamaré paranoia.

Y cual luchador de sumo, asumo el riesgo sanguíneo de que esta opinión no guste. A pecho descubierto tomo las críticas y he descubierto que a pecho no me las tomo, pues con las palabras prefiero jugar a juzgar. Porque entonces podría perder el juicio, y me cagaré en mis muelas si al final llega ese día crítico, así que prefiero el diacrítico sentido del respeto. Eso lo dejo para aquellos casados con su patrimonio o con la iglesia, que yo no soy de voto ni devoto. De hecho, fijo una cruz a lo de adorar crucifijos y vírgenes en hornacinas, me entrego más a eso de dorar en el horno y dejar la cocina hecha un cristo. No sé hacer dotes más que en la cocina, y antes que me planchen la oreja en un púlpito o un altar, prefiero hartarme de pulpito a la plancha. Y puede que alguien se escandalice con estas líneas y pida la extremaunción, pero qué le voy a hacer, a mí me va la unción extrema de la mantequilla en su pan tostado, y hace tiempo que a Dios le dije adiós.

Y no tengo nada contra la Semana Santa, pero no puedo obviar tantos años en los que purgué que tenía que ir a trabajar y, como mi profesión iba por dentro de las calles del centro, al acabar la jornada literalmente me quedaba bloqueado por tronos y Vía Crucis, cuando yo lo único que quería era cruzar la vía para coger el autobús aprovechando que mi patrono esos días nos hacía acabar antes. Por tanto, soy un ateo confeso, pues con fe solo se sepulta la autoestima. Y es timar a alguien ofrecerle una vida eterna si ello le hace olvidar disfrutar de esta terrenal que antes o después va a caducar. Por ello hay que educar en el más acá. Y así es la vida si a alguien le molestan estas líneas acogiéndose a la ley de la ofensa y la demanda, pero a plegarme al dictado de un cura me niego, ni ego ni sotana rigen mis pensamientos; intento alzar el cuello y mirar la vida por mí mismo, para no acabar encerrado en sótanos.

Y no, para escribir esto no he fumado ningún tipo de cigarro. Si agarro algo de vez en cuando, es algún punto con el vino mientras como. Pero mi mal de locura solo lo cura escribir de vez en cuando, con puntos y comas, no las palabras de los curas. Pero llevo hoy ya varios intentos de encontrar un tema para opinar y ninguno me convence. Al primero he probado con la pandemia, pero me ponía triste y con el pan de mi alegría no se juega. Al segundo, con lo de Will Smith, aunque las musas me han dado una bofetada de realidad. Al tercero, con la guerra, pero me ha invadido una sensación de pena. Al cuarto, sobre el precio de la gasolina, si bien de eso ya vais bien surtidos. Y cuando ya iba a mandar el artículo a tomar viento, en el quinto opino todo esto. Perdón, pero así es como lo siento hoy.

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