La historia de la ciudad es la de su espacio público. La idea no es mía, sino de Jordi Borja, sociólogo urbanista, presidente del Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Pero en cualquier caso nos lleva a la inmediata conclusión de que la destrucción del espacio público conlleva la de su historia. Historia que no solo se manifiesta en forma de edificios, sino también en la del espacio no construido que estos delimitan y configuran. El Pepri Centro lo tiene claro y por eso, no solo protege la trama urbana, sino que también condiciona las alturas de las edificaciones y supedita las demoliciones a la presentación de un proyecto de nueva construcción que preserve la configuración de ese espacio histórico.

Alguien tendría que explicárselo a más de un concejal, porque la existencia de unos restos arqueológicos puede ser un impedimento para la construcción de un edificio concreto, pero no necesariamente para la de cualquier edificación. Es más, dependiendo de los restos, su preservación puede incluso demandar la protección de una cubierta. Y puesto a construir esta cubierta, nada indica que no pueda tener cuatro plantas de altura, recomponer el espacio histórico de la plaza y albergar otros usos y espacios en su interior. Concebir esos espacios es la esencia de la Arquitectura y materializar una correcta respuesta a este problema espacial, el objeto de un concurso. Y no es especulación, porque especular es realizar operaciones comerciales con el propósito de obtener lucro, y dado que el solar de marras ya nos ha costado a todos los malagueños 20,7 millones de euros, es harto improbable que la ciudad obtenga lucro alguno de una posible concesión administrativa. Que, en cualquier caso, tampoco estaría mal. El objetivo último del urbanismo es procurar que las plusvalías que genera la propia ciudad con sus procesos de crecimiento y renovación repercutan en ella, que es quien otorga valor a los suelos.

Hace unos años ya que trate de explicar estas ideas a un concejal. Creí que lo había conseguido hasta que tres días después se descolgó pidiendo que se solara el solar y se colocara una estatua. Cuando le pregunté por el motivo de su propuesta me contestó que "existían diversas sensibilidades". Es una suerte que la sensibilidad sea como los culos, que cada uno tiene el suyo (más o menos sensible). La pena es que no nos paremos a pensar en el uso que le damos

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