Res Pública

José Antonio Montilla

montilla@ugr.es

Cultura del acuerdo

La capacidad de llegar a acuerdos con el que piensa diferente es una muestra de valentía política

En la última semana un energúmeno ha entrado en la casa de Nancy Pelosi y ha golpeado brutalmente a su marido al grito de ¿Dónde está Nancy?, que hicieron famoso los trumpistas en su entrada al Capitolio. También en Brasil, han disparado y asesinado a un político del partido de Lula al grito de ¡Viva Bolsonaro! Ya sabemos, desde el periodo de entreguerras, que la polarización en las democracias genera violencia política. Y la polarización de la sociedad digital no iba a ser distinta. También sabemos, por qué está en la historia europea del siglo XX, que así mueren las democracias.

Lo que resulta tan claro es cómo revertir esta situación. A mi juicio, el camino es incorporar al lenguaje político la cultura del acuerdo. Para ello deben asumirse algunas premisas. La primera es que en política no hay enemigos sino adversarios, con posiciones ideológicas distintas que merecen respeto. La segunda es que cualquier idea política legal, y en España lo son todas, es legítima. Nadie puede atribuirse la condición de juez de legitimidad, propia de los dictadores. La tercera es que el insulto debe estar absolutamente desterrado del debate político. El insulto no es libertad de expresión, y es perseguible judicialmente si afecta al honor de las personas. Sin embargo, nuestros representantes políticos gozan de inviolabilidad y no se les puede perseguir por sus insultos. Pero esto no puede ser patente de corso, como parece creer el vicepresidente de Castilla y León, sino todo lo contrario. Significa que, por gozar de ese privilegio, deben ser especialmente cuidadosos al ejercer su libertad de expresión. Sólo a partir de estas premisas podrá consolidarse la cultura del acuerdo. Si aceptamos que el otro es el enemigo, que es ilegítimo o que se le puede insultar, la polarización seguirá alejándonos, los acuerdos resultarán imposibles y las democracias continuarán muriendo.

Por eso, el bloqueo de la oposición política en España que impide el acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial es más que un incumplimiento flagrante de la Constitución. Es el símbolo de que en esta España constitucional, que fue capaz de hacer la transición política, se ha impuesto la cultura antisistema del conflicto a la del acuerdo. Una parte influyente de la sociedad considera que llegar a acuerdos es de "blandengues", cuando es justo lo contrario. La capacidad de llegar a acuerdos con el que piensa diferente es una muestra de valentía política. Mientras no entendamos eso, y lo apliquemos en la práctica, nuestra democracia continuará deteriorándose día a día.

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