Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

En un encuentro del PPE celebrado en Berlín, que oficiosamente servía para despedir a Ángela Merkel y apoyar a su sucesor Armin Laschet, hundido en las encuestas, Pablo Casado en lugar de hablar en su intervención sobre el futuro de la Democracia Cristiana, que era el pretexto de la cita, anunció, inspirado por su compañero Jorge Fernández Díaz, que el diablo se ha instalado en España. Supongo, ante la perplejidad de sus colegas europeos, aunque lo más probable es que éstos no le prestasen demasiada atención. Se me ocurren dos razones para que un líder de la oposición hable en foros europeos del gobierno de su país como lo hizo el líder del PP. La primera y más obvia es que el personaje no está a la altura. La otra es la dificultad de Casado para explicar a sus más destacados colegas europeos, firmemente comprometidos en cerrar el paso a la extrema derecha en las instituciones, la indisoluble alianza del PP español con VOX, socio estratégico de esos partidos populistas de extrema derecha -y de los gobernantes iliberales del continente- a los que esos dirigentes del PPE, de forma muy destacada Ángela Merkel, combaten en sus respectivos países. Así que, muy probablemente, sea a Casado a quien sus colegas vean como un verdadero aliado del diablo.

El asunto no dejaría de ser anecdótico de no ser un indicador más de hasta dónde hemos llegado en estos últimos años. Decía el politólogo germano-estadounidense Yascha Mounk, en un ensayo publicado en 2018, que era evidente que la democracia liberal se está desconsolidando y que aún resulta difícil advertir cuáles van a ser las consecuencias de ese proceso. En nuestro país, tras las convulsiones del inicio de la democracia que culminaron en el 23F, considerábamos la consolidación de la democracia como uno de los grandes logros de nuestra sociedad. Nunca habíamos disfrutado los españoles de un periodo tan largo de libertades, de paz y de prosperidad.

Es cierto que los riesgos para nuestra democracia han venido de forma muy destacada por parte de partidos contrarios a la Constitución y sus instituciones. Pero no lo es menos, que cuando un partido de gobierno como el PP, al que se le supone sentido de Estado, rompe todas las formas y las convenciones, escritas o no escritas, necesarias para la convivencia democrática, entonces es cuando más evidente resulta que estamos en un peligroso proceso de desconsolidación de nuestra democracia.

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