Desdén sobre el puerto

Encierra mayor preocupación el desdén que el proyecto expresa sobre la importancia de la actividad portuaria

Todas las ciudades costeras sienten un irrefrenable deseo de buscar el mar a través de su puerto y, poco a poco, convertirlo en terreno conquistado, apoderándose de muelles, almacenes y láminas de agua. Las dársenas y el terreno público portuario se convierten en un objeto de deseo irrenunciable y, aunque las ciudades pueden buscar su expansión por otros territorios, los espacios ocupados por el puerto se convierten en una tentación irresistible. En la ciudad de Málaga ese deseo prendió hace más de 30 años y, pese a que desde entonces ha sido mucho lo avanzado, parece que el apetito municipal no se ha saciado. Por el plan especial vigente se cedió al uso ciudadano los muelles 1 y 2 y se establecía para el resto de la fachada contigua una línea de construcciones ligeras que hicieran más amable la cremallera que une la ciudad con su puerto. Pero este propósito ha parecido insuficiente y ahora lo que se pretende es duplicar la edificabilidad, para posteriormente desalojar la actividad portuaria del muelle 4.

Resulta más que discutible que el crecimiento de Málaga y la pretendida city de negocios y oficinas tenga que hacerse en esa zona, en el límite del abigarrado, saturado, compactado, y agobiante centro histórico, como si esta ciudad estuviera condenada al provincianismo de que toda su actividad tenga que realizarse a escasos metros de su sobreutilizada calle Larios. Además, esa intención de duplicar la edificabilidad, que reportará beneficios económicos para el puerto, siembra dudas sobre su conveniencia urbana porque dificultaría el proyecto municipal de soterrar el tráfico en el límite sur de la ciudad.

Pero lo que encierra mayor preocupación es ese desdén que el proyecto expresa sobre la importancia de la actividad portuaria. Da la sensación de que todo en la ciudad debe crecer: construcción, habitantes, hoteles, museos, etc. Pero, en cambio, los espacios dedicados al tráfico marítimo deben paulatinamente desaparecer. Pues la realidad es que mal le irá a esta ciudad y a su área de influencia, a su actividad industrial, a su desarrollo económico, a su actividad comercial y por tanto al empleo y dinamismo urbano si en un futuro, como se pretende, el puerto puede prescindir sin alternativa posible de un espacio que es esencial para su propia supervivencia. Este debería ser el objeto de preocupación ciudadana y no la estética o la altura de los hipotéticos edificios.

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