Desheredados de nuestro pasado

La historia suele ser así de cruel y no por ello menos interesante, por eso debeser cuidada y recordada

Tras los sucesos acaecidos estos días en relación con el asesinato de George Floyd, lo que empezó siendo una causa justa ha derivado en un revisionismo histórico difícilmente justificable. Cierto es que EEUU es un país relativamente joven, si nos planteamos como punto de comienzo histórico su constitución, pero también es cierto que pensar de una manera tan limitada es tener una absoluta ignorancia sobre el resto de la humanidad. Decía el sabio Cicerón, ya en la antigua Roma, que "no saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños", y viendo los comportamientos violentos de muchos parece reflejar la más pura realidad.

Cuando tratamos de analizar el pasado a través de los ojos del presente, hecho sumamente enriquecedor, su fin no es modificar dicho pasado sino mejorar nuestro futuro. Es normal que muchos de los comportamientos del pasado no nos gusten, pero eso no implica que cada uno pueda libremente modificarlos o destruirlos. Imagínense que, ante un arrebato de genero, se quisiese echar abajo toda la obra de Victoria Kent por haberse negado al sufragio femenino. Es más, la razón por la que lo hizo, leída con la mentalidad actual, sería un escándalo aún mayor. Pero no solo eso, pensemos que nos diera por destruir la obra de Picasso, dada su reconocida misoginia. Nos encontraríamos con un vacío artístico sin precedentes y con una evolución al arte moderno absolutamente inexplicable.

Por ello la historia debe ser cuidada y recordada. El fin de la caída de estatuas en Norteamérica ha llegado cuando se ha pedido quitar las de los presidentes demócratas previos a 1930. El recuerdo de que, hasta esta fecha, fue el partido demócrata el que apoyaba la esclavitud y el republicano el que quería abolirla no ha sido muy reconfortante para ciertos intereses políticos, y por tanto era necesario redirigir el objetivo. Pero la historia suele ser así de cruel y no por ello menos interesante. Si en Europa nos diese por destruir toda la obra del emperador Julio Cesar, por haber esclavizado a los conquistados, sin duda no le gustaría mucho, por ejemplo, a los londinenses cuando acabasen con su ciudad. O en el propio Egipto se destruirían las pirámides construidas con el sudor y la sangre de miles de esclavos. Y de seguir así no pararíamos de redefinir la historia hasta acabar con todo nuestro pasado, pero ¿qué herencia habríamos dejado?

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