Desprestigio parlamentario

Es evidente que a Vox no se le puede presumir un especial aprecio a la democracia parlamentaria

Que no se piense que el hecho protagonizado por el diputado de Vox en el Parlamento llamando bruja a una representante del PSOE es un desafortunado incidente más de los que a menudo ocurren en esa cámara. Es cierto que con excesiva frecuencia algunos intervinientes recurren a la brocha gorda de la descalificación o el insulto a la hora de adornar sus intervenciones, bien porque sus habilidades oratorias no dan para más o porque hacen de la grosería, a falta de otras virtudes, el elemento central de su identidad parlamentaria. Todo muy lamentable. Pero en este caso la refriega alcanzó tintes todavía más alarmantes.

No hay que olvidar que el diputado en cuestión es reincidente en este tipo de penosas habilidades, de las que parece no arrepentirse y sobre todo que insólitamente se vio apoyado y reforzado por la plana mayor de su grupo, que le animó a mantener su empecinado desafío a la autoridad del presidente de la cámara y obligó a suspender la sesión parlamentaria. En política rara vez las cosas ocurren por casualidad y casi todo lo que acontece lleva implícita una determinada intención. Es evidente que a Vox, que niega la legitimidad del Parlamento a la hora de elegir un Gobierno, que enaltece sin corta pisas el régimen franquista y sus más señalados dirigentes, que niega a otros partidos políticos constitucionales su derecho a la existencia y que se muestra admirador y amigo de los gobiernos menos democráticos de Europa, no se le puede presumir un especial aprecio a la democracia parlamentaria y a sus instituciones. Todo lo contrario; poner en entredicho la autoridad del presidente, incumplir las normas de funcionamiento, faltar el respeto a los componentes de la institución e intentar trasladar a la ciudadanía una imagen de desgobierno y de inoperancia de la actividad política forman parte de su práctica y su discurso, para tratar así de desprestigiar al Congreso, al que no le tienen ningún aprecio, y dañar la imagen de la democracia parlamentaria.

Ante este peligroso precedente, bueno sería que el resto de grupos, que no participan del desdén democrático de Vox, tuvieran la contundencia de no permitir estos daños a la imagen del parlamento y que fueran capaces de prescindir del griterío, la bronca y la actitud desmedida sin tener que perder capacidad de enfrentamiento y crítica. Pero eso, que sería la respuesta adecuada a la actual situación parece estar lejos del propósito de muchas de sus señorías.

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