Las dos orillas

José Joaquín / León

La Diada

ESTAMOS en vísperas de la Diada de Cataluña, que se ha convertido en la gran fiesta de los independentistas. Se conmemora el 11 de septiembre, como el 15 aniversario de los atentados en las Torres Gemelas. En Nueva York derribaron los cimientos del orden mundial. Y en este 11-S de Cataluña se pretende avanzar en el camino hacia la independencia. Puigdemont y Forcadell deciden lo que les parece oportuno, y les importa poco lo que digan en España, así sea el Tribunal Constitucional o sus autoridades en funciones. Ellos ya han empezado a desconectar. Y no sólo los enchufes de la Generalitat.

Llega otra Diada, que sorprende a nuestros políticos en Madrid, discutiendo si hay alguna remota posibilidad de lo suyo, que es lo único que les importa. Para más distraer, aparece una encuesta del CIS. De modo que los independentistas están felices, mientras en Madrid sugieren que la Diada será un fracaso, porque irá menos gente. ¿Un millón? No llegarán a los 300.000 manifestantes, según los más optimistas y, en vez de un acto central, han organizado cinco focos, como en los incendios provocados, para despistar.

Medir los éxitos a través de las manifestaciones es una antigua costumbre. Se practicó en los tiempos de Franco y, después, en todos los regímenes autoritarios en apuros, y hasta en Caracas por unos y por otros. También en Cataluña. Al margen de las cantidades, lo que más sorprende es la sensación de impunidad y que el fuego político está incontrolado.

Entre los participantes estarán Artur Mas y Ada Colau, además de Carles Puigdemont y Carme Forcadell, que se presentarán junto a Oriol Junqueras y la CUP para iluminar el camino de la salida. Para crear buen ambiente, ERC, la CUP y Podemos han organizado hoy un acto en Sant Boi para conmemorar los 40 años de la primera diada. Con el lema "Que la prudencia no nos haga traidores". Obsérvese los compañeros de viaje para el tranvía a la Moncloa. ¿Ahí se quiere subir Pedro Sánchez? En el Ayuntamiento de Barcelona ya se subió el PSC y se ha quedado con trastornos bipolares.

Por cierto, que nadie habla en las Cortes sobre las medidas a adoptar para reconducir los desvaríos de los que se juntaron por la independencia en Cataluña. Sin solucionar ese problema de la desconexión , es difícil que se arreglen otros. Y no esperen que se solucione solo, por obra y gracia del espíritu santo catalán, al que imaginarán en forma de paloma y con barretina. Desde que se apareció a Mas, no se le ven las plumas a ese espíritu catalán. Desde que se supo lo de Jordi Pujol, sólo se les ve el plumero.

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