Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

No sé si lo recuerdan, quizás los aficionados al cine y la televisión, sí, Network, un agudo drama satírico, dirigido por el gran maestro Sidney Lumet -no siempre merecidamente valorado por los críticos-, sobre un inteligente guión de Paddy Chavefsky, genial dramaturgo, novelista y excedente guionista cinematográfico. La película, que ganó cuatro Oscar de la Academia de Hollywood y en 2000 fue seleccionada para su conservación en el Registro Nacional de Cine de Estados Unidos por la Biblioteca del Congreso por ser "cultural, histórica o estéticamente significativa", además de presentar con crudo realismo, una realidad trascendental y diversos dramas humanos y profesionales, evidenciaba una situación política complicada y decisiva en el orden mundial. Siempre nos entusiasmó por el retrato de esa televisión, a veces despiadada, siempre competitiva por los récords de audiencia, a veces vendida al poder y el interés político, manipulable y manipuladora. Esta metáfora de la vida misma no pierde actualidad. Tiene un protagonista, espléndidamente interpretado por Peter Finch, encarnando a un presentador de informativos nocturnos, que, al ser despedido por su baja audiencia, amenaza suicidarse en directo. Los productores le piden que se despida y en su intervención los telespectadores aumentan espectacularmente, convirtiéndose en una figura mediática de gran poder persuasivo. Mediante sus discursos emprende una feroz crítica sobre la miseria de la vida, las tropelías políticas y el hartazgo de los excesos de sus dirigentes.

Aprovechando esa inmensa popularidad y su desbordante predicamento televisivo, los ejecutivos del canal deciden explotar el éxito. En sus diatribas dialécticas habla de "los malditos días que nos ha tocado vivir". Aunque consideremos con pavor una situación generalizada realmente espantosa, con errores inconcebibles en potencias mundiales del máximo nivel en materia económica, científica y tecnológica, uno no puede menos de actualizar los grandes dilemas que la humanidad no ha podido superar y esas nefastas jornadas que hemos vivido y seguimos viviendo. Los datos de España nos abruman: son los peores de Europa, un exceso de mortalidad escalofriante, contundentes informes de que nuestro país es el que más desafortunadamente ha gestionado la crisis del coronavirus cuadruplicando los ingresos hospitalarios. Hemos de agregar ahora continuos rebrotes que agudizan nuestra incertidumbre y nuestras latentes inquietudes que no logramos alejar. Hablábamos muy ufanos de solidaridad y resulta que la desescalada ha evidenciado una insolidaridad y una irresponsabilidad alarmantes. Plantearse en estas gravísimas circunstancias el mando único o autonómico, cuando se ha demostrado la incapacidad de ciertos gobiernos para gestionar cuestiones tan graves como ésta, es realmente intolerable y suicida. Me lo decía un amigo: "Tan mal estamos que ni tenemos equipos en las semifinales de la Champion".

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