La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Dios sólo sabe contar hasta uno

Casado y Robles rindieron el homenaje que exigen los fallecidos, seres únicos y no números en una estadística

Los 22.157 muertos son más que una cifra. Son 22.157 rostros, recuerdos, angustias, amores, desolaciones, alegrías, esperanzas y ausencias únicos con nombre propio. Son manos que estrecharon otras manos, brazos que abrazaron otros cuerpos, labios que besaron otros labios, ojos y sensibilidades que fueron descubriendo el mundo y los otros. Se atribuye a Stalin la sentencia "una muerte es una tragedia, un millón de muertes sólo es estadística". Su contrario son estas palabras de André Frossard: "El Evangelio no es una doctrina colectivista. Dios no cuenta a los seres humanos por masas… Dios sólo sabe contar hasta uno".

Esta idea me ha dado una imagen más clara y cierta de Dios que mucha de la teología que he leído, ratificado lo que -nombrémoslos a ellos porque hoy es viernes- Jesús Nazareno, el Calvario y el Gran Poder me han enseñado, y confirmado la esencial importancia del judaísmo y el cristianismo como fundamento de lo humano. Están la filosofía, y la literatura, el arte… Pero sin el judeocristianismo sería difícil, si no imposible, evitar la disolución de los individuos en la masa, reducidos a mulos haciendo girar la rueda producción-consumo. Cada ser humano es único. No 22.157 fallecidos, sino 1+1+1+1+1+1+1… Y así hasta llegar al total. Es difícil, lo sé, para la áspera gestión de la realidad. Pero también es imprescindible para no perder la dimensión de lo humano.

Háganse las estadísticas necesarias, pero no se olvide que cada uno de estos 22.000 muertos era un ser humano único dotado de una suprema dignidad. Algo que parece olvidar Sánchez, a quien le han dado dos lecciones: una desde fuera, Casado poniendo en pie al Congreso, y otra desde dentro, las palabras de una emocionada Margarita Robles en el cierre de la morgue del Palacio de Hielo.

Son conocidas estas palabras de John Done gracias a una novela de Hemingway: "Nunca pidas a alguien que pregunte por quién doblan las campanas; están doblando por ti". Pero son menos conocidas las que les preceden: "La Iglesia es católica, universal; todo cuanto ella hace pertenece a todos. Cuando bautiza a un niño, esa acción me concierne, porque a partir de ahí ese niño estará vinculado a ese cuerpo del que yo soy un miembro. Y cuando entierra a un hombre, esa acción me concierne… Ningún hombre es una isla, ni se basta a sí mismo… La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad".

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