Editorial

Diputaciones, la reforma necesaria

LA defensa de las diputaciones provinciales ha conseguido lo que muy pocos asuntos logran en la comunidad autónoma andaluza: unir a PSOE y PP. Los presidentes de las ocho corporaciones -seis gobernadas por los socialistas y dos por los populares- firmaron ayer en Sevilla una resolución política contra su supresión, pero a favor de una profunda renovación y reforma que les haga cumplir con mayor eficacia y celeridad su principal cometido: dotar de servicios a los pequeños municipios, fundamentalmente a los menores de 20.000 habitantes. Aunque el debate sobre la eliminación o no de las diputaciones -organismos creados por la Constitución de 1812- se remonta al inicio del Estado de las autonomías, sólo últimamente ha calado en la opinión pública. La crisis económica y la necesidad de luchar contra el excesivo déficit público y, por tanto, de aligerar la elefantiásica Administración española han puesto en la picota a las corporaciones provinciales. La última vuelta de tuerca ha sido el pacto alcanzado por Ciudadanos y PSOE para la frustrada investidura de Pedro Sánchez, uno de cuyos puntos -impuesto por la formación naranja- abogaba por la supresión de las diputaciones. Cierto es que estos organismos han servido como nidos de enchufismo y nepotismo de los partidos, y que han gastado grandes cantidades de esfuerzo y dinero en asuntos muy alejados de sus auténticas funciones, pero también lo es que, como dice la resolución firmada ayer por PP y PSOE, "son las garantes de la autonomía local, de la cohesión social del mundo rural y del equilibrio interterritorial". Como tantas veces han dicho sus defensores, "si no existiesen, habría que inventarlas". Ahora bien, este discurso no debe llevarnos a conclusiones complacientes. Las diputaciones requieren una reforma radical para que dejen de ser meras plataformas de poder político y agujeros negros para el dinero público, de manera que acentúen su función de organismo proveedor de servicios y asesoría a los pequeños municipios. Evidentemente, esta reforma pasa por una drástica reducción de su tamaño. Durante mucho tiempo, las diputaciones han sido grandes y ostentosas estructuras con sedes mastodónticas en las capitales e inversiones en asuntos que podrían ser de gran interés cultural o social, pero que estaban muy alejadas de sus verdaderas funciones. Abierto el debate, sólo hace falta que no se cierre en falso. Es el momento de impulsar sin más dilaciones la más que necesaria reforma de las diputaciones provinciales.

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