Una actuación esperpéntica, en un ridículo que no se recordaba en los últimos años, condenó al Málaga. Fue un pelele en manos de la Ponferradina y lo pagó con un merecido castigo que es un baño de realidad, que recordó que la vanidad no debe tener cabida en este vestuario. Este equipo ha funcionado en partidos en los que ha sido una máquina de correr, de ir al límite, con el machete y soplando en el cogote en el rival. No hay otra fórmula de partida con lo que propone José Alberto.
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