Es, según Maximum Shameless, el procedimiento más sibilino para acceder al poder en cualquier organización; y a la vista de las noticias de las últimas semanas, la elegida por Susana Díaz en su empeño de mudarse a Ferraz. En esencia, consiste en emular el comportamiento de aquellas parejas que, tras olvidar un día su cepillo de dientes y una muda en tu casa, en los dos meses siguientes, te la llenan con el mismo número de enseres que transporta un magrebí en plena operación cruce del Estrecho y te hacen imposible que niegues que viven contigo.

Susana Díaz ha puesto en marcha una agenda encaminada a que todo el mundo de por sentado que ella es la inquilina de Ferraz a fuerza de contestar cualquier llamada y recibir a todas las visitas. Pensar que la actividad política del partido con la gestora se podía limitar a la convocatoria de un congreso era propio de quien aun cree en los Reyes Magos. El país no se para porque el primer partido de la oposición se encuentre en una situación de falta de liderazgo. Al contrario, no deja de ofrecer situaciones que demandan un posicionamiento y permiten a la Secretaria andaluza aparecer como la de todo el PSOE. Cubierta con un manto por los dioses del socialismo, la fecha que se decida el próximo 14 de enero para anunciar el advenimiento del mesías puede estar tan lejos como ella necesite para que nadie dude que hace tiempo que se mudó a Madrid. El único inconveniente es que, mientras más tiempo pase ejerciendo de facto, más cara de pagafantas se les quedará a aquellos militantes que aspiran a manifestar su opinión en unas primarias abiertas a que se presente cualquier candidato. La estrategia puede ser tan efectiva para ella como letal para la organización. Los mismos acontecimientos que conseguirán que se la vea como la futura Secretaria General cada vez más, presentaran las primarias como un mecanismo innecesario al que sólo se llega cuando se da por seguro el resultado. Cuando el objetivo último es que no se constituya ninguna candidatura alternativa, su elección por incomparecencia del contrincante no significa que haya convencido, sino que nadie se ha presentado; y la brecha que divide en dos al partido no se cierra, sino que desaparece con la parte de militancia que habita una de las orilla. Al final, poca gente aguanta de voyeur una lucha cainita en la que cada vez hace más falta un referente que seduzca a toda la audiencia.

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