El cuentagotas

Eugenio Chicano

Ecos debajamares

ÉRAMOS un grupo de muchachos y muchachas que cada año los meses de verano coincidíamos en Torre del Mar. Teníamos la mayoría 18 años allá por los 52-53 y alguno de nosotros ya tenía coche como también algunas veraneantas amigas de Madrid o de Córdoba. Dada la penuria económica generalizada, inventábamos el ir por la tarde a las fincas de familias y amigos a consumir lo que allí se daba: chumbos, sandías, melones, uvas... y con este pretexto pasar el rato juntos. Mi tía Adela preparó en su casa de Mezquitilla una merienda de chumbos y té con tortas de Algarrobo, allí fuimos encantados. Acabado el festín y empezado el oscurecer, cada uno con su incipiente pareja se acomodaba en el más romántico de los rinconcitos. De pronto, oímos una lejana y atronadora voz que estremeció el monte y la bajamar: "Bastiaaán... apaga er motó y abre la compuerta que me viá cagá en tu p... m...". Tan inoportuna intrusión acabó irremediablemente con el encanto y el lirismo del momento.

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