Efectos colaterales

Difícilmente el resto del continente europeo va a solidarizarse ahora con los que se fueron

El 23 de junio de 2016 fueron muchos los británicos que celebraban encantados su decisión de salir de la Comunidad Económica Europea. Después se fue observando que la situación no era tan favorable, y se intentó embaucar al resto de países para dejar ese mercado común con todos los beneficios posibles. Pero la estricta disciplina en la negociación hizo cumplir los plazos y acabar con esa prolífica relación europea. Hoy empiezan a aparecer los efectos colaterales de tan drástica decisión, pero ahora no hay otros con los que repartir ni las causas ni las consecuencias, así que tienen total libertad para ver como resuelven su nada fácil situación.

Una de las primeras y más graves consecuencias del Brexit ha sido la exigencia de visados para todos aquellos europeos que antes transitaban libremente. Si de algo habían ido proveyéndose durante años en estas islas es de profesionales bien preparados de otros países, por una parte, y de mano de obra suficiente para todos los empleos indeseables, por otra. Pero en este segundo caso la actual situación ha colapsado por donde ya se preveía: la reducción de más de 100.000 visado de trabajo, para camioneros de gran volumen, está impidiendo el transporte de mercancías a lo largo y ancho del territorio. La solución aportada de ofrecer 5000 licencias provisionales para trabajar, durante apenas tres meses, suena al timo de tocomocho que ya intentaron colar sus autoridades durante las negociaciones con Europa. Las consecuencias de esta falta de combustible en las gasolineras y, posteriormente, sobre los productos de primera necesidad en los supermercados empiezan a aflorar. Las peleas entre conductores y las broncas en las tiendas, ante las llamadas a la calma de los gobernantes, muestran un espectáculo apocalíptico impropio de los países desarrollados.

Durante la pandemia del covid, la obsesión británica por producir en cualquier lugar vacunas a escondidas, para llevarlas a su territorio y usarlas únicamente con sus ciudadanos, rompió cualquier regla diplomática. Difícilmente el resto del continente europeo va a solidarizarse ahora con los que se fueron, así que habrán de importar personal de otros lugares, como ya tanto temían. Parece que el pacto indopacífico de defensa con EEUU y Australia puede ser muy interesante en el futuro pero, previsiblemente, no les lleve la gasolina y la comida que hoy necesitan en sus hogares.

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