Cuando me cruzo con algún lector de este Cuentagotas me recalca que no deje de contar anécdotas mías, que resultan instructivas y divertidas. Ahí va otra. En el año 1965 me encontraba en Bruselas terminando un contacto con la galería Regina Margherita. Al atardecer solíamos ir los amigos pintores y algún exiliado conocido al Tout va bien Chez Florio, en la Rue des Chapeliers. Una de aquellas noches no podía soportar un dolor de muela, agudo e imparable. Los amigos me dijeron que el Hospital Universitario tenía un aula para alumnos dentistas en prácticas gratuito y abierto las 24 horas del día, que podía ser una solución. Acepté inmediatamente y hasta el hospital partimos la comitiva. Ya en la clínica me atendió una alumna simpática y avanzada en sus conocimientos. Anestesias, intervenciones, reposos, otras intervenciones, total, de madrugada estaba dado de alta. No tocó la raíz. Me dejó la muela con vida e hizo según ella un rutinario empaste. Años después, cada vez que le abro la boca a un dentista me pregunta: "¿Quién le ha hecho ese magnífico empaste?". Agradecido y complacido cuento mi anécdota de Bruselas.

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