El callejón del gato

Celso Ortiz

Empieza el espectáculo

EMPIEZA el espectáculo. Se avecinan años de elecciones y hay que ir calentando motores que el tiempo se echa encima. La cosa empezó sacando a la palestra el socorrido tema de los emigrantes que, combinado con las colas en los ambulatorios y con veladas alusiones a la delincuencia callejera, es un clásico que utiliza siempre la derecha para alborotar el patio y sacarle partido al racismo latente que contamina determinadas capas sociales tradicionalmente de izquierdas. Nada nuevo, pues, en la consabida estrategia.

Lo novedoso, y que lleva de cabeza a unos y a otros, ideologías aparte, es la convocatoria para la ubicación del almacén de residuos nuclear. Por un lado tenemos a los pequeños ayuntamientos que, a cambio de una sabrosa propina, estarían dispuestos a cargar con el muerto, y por otro, a los líderes políticos que, aun considerando necesaria su instalación, ven con espanto los efectos que el almacén de residuos puede provocar en su comunidad. Entiéndase que no me refiero a los efectos radiactivos sino a los que se producirían en el electorado a la hora de emitir un voto. Montilla, que fue el autor del invento, no lo quiere ni para Ascó, cuyo alcalde lo ha solicitado, ni para ningún pueblo de Cataluña, faltaría más. Y la Cospedal secretaria general de un partido pronuclear de toda la vida, ha puesto el grito en el cielo ante la iniciativa del alcalde de Yebra que apuesta por el almacén. Y veremos a ver cómo acaba la cosa porque al día de hoy ya son 12 los pueblos que aspiran a un ATC, Almacén Temporal Centralizado, según reza en los papeles timbrados. Por lo que respecta a Andalucía, tanto el presidente Griñán como el resto de los andaluces podemos dormir tranquilos, porque allá por Cataluña y otras tierras dirán que somos pobres, pero está visto que ningún ayuntamiento andaluz se vende por un plato de lentejas, así somos de chulos.

Y otro mensaje que está dando que hablar en la escena política es la ocurrencia de Javier Arenas de pedir que se abra el debate sobre la cadena perpetua aprovechando el momento sensible del aniversario de un delito que conmocionó a la opinión pública, para captar el voto de la ira popular, al margen del estudio riguroso y meditado que se requiere para reformar un principio constitucional. Y digo yo que puestos a lanzar mensajes electoralistas, es curioso, que con las tramas que florecen en Madrid y en Valencia, se haya dejado en el tintero el endurecimiento de las penas para la prevaricación y otros delitos típicos de despachos oficiales, que también hay votantes que abominan de los tejemanejes de los políticos golfos.

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