Enemigo a las puertas

Al final, América será para los americanos y los indios conseguirán vivir en paz

Más de 300 migrantes arriban a Málaga mientras en Motril han duplicado los recibidos el año pasado. Algunas de ellas llegan embarazadas. Tu casa es un mal lugar para dar a luz cuando sospechas que el crío puede venir con una bomba debajo del brazo en lugar de un pan. Italia impide que los barcos de las ONG desembarquen en sus puertos mientras que su ministro de Interior actualiza las poses mussolinianas con su barba hipster y los califica como "carne humana". Una posición mucho más elevada en la escala evolutiva que el pedazo de carne con ojos que él está hecho. Hungría legisla para convertir en delito cualquier auxilio. Tras penar la mera ayuda a la tramitación de los papeles necesarios para su regulación, la situación de cualquier inmigrante será más kafkiana que la del ex Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad de la UE, Javier Solana. Después de visitar Irán, al veterano político español no le han servido de gran cosa sus años al servicio del imperio como ex secretario general de la OTAN para no resultar sospechoso de terrorista a los ojos de la administración Trump. Que para protegerse de los invasores del sur, separa y mete en jaulas a más de 2.000 niños, hijos de emigrantes detenidos en la frontera, a los que los medios afines califican de actores. Mientras su presidente justifica la barbarie reuniéndose con los padres de americanos asesinados por extranjeros indocumentados, a sus palmeros les falta reclamar un Oscar para el realizador del montaje. Como las victimas de extranjeros en situación regularizada, o de los propios estadunidense, son muchas más, se supone que luego se reunirá con ellos, antes de terminar expulsando a todo el mundo del país. Al final, América será para los americanos y los indios conseguirán vivir en paz.

En Enemigo a las puertas, Ron Perlman interpreta a un francotirador soviético al que mandaron a formarse a Alemania durante el corto idilio que mantuvieron Hitler y Stalin. A su vuelta, sus camaradas le echaron los dientes abajo para comprobar que no se había convertido en un espía nazi, antes de mandarlo al frente. Cuando se invoca la seguridad de las fronteras, caen hostias como panes y nadie puede sentirse seguro. El viernes, la dueña de un restaurante en Virginia pidió a la portavoz del gobierno de Trump que se fuera de su establecimiento porque era parte de un gobierno "inhumano" y abrió una puerta a la esperanza.

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