QUIZÁS no sean conscientes de ello, o incluso crean exactamente lo contrario, pero los individuos que reventaron ayer las conferencias de Alfredo Pérez Rubalcaba, en la Universidad de Granada, y de Fabian Picardo, en la Universidad de Cádiz en Algeciras, se comportaron como enemigos de la libertad. El secretario general del PSOE acudía a la Facultad de Ciencias granadina a impartir una conferencia sobre las relaciones entre la química (su profesión original) y la política cuando varias decenas de jóvenes vinculados al movimiento del 15-M y a las plataformas contra los desahucios interrumpieron al rector, que lo presentaba, desplegando pancartas y profiriendo gritos reivindicativos contra los desahucios, el bipartidismo y la representatividad democrática. Lejos de ausentarse una vez que dieron fe sonora de sus planteamientos, los alborotadores persistieron en su actitud hasta el punto de que el rector y el propio Rubalcaba, después de un cuarto de hora de proclamas y tensiones, asumieron que no podía celebrarse el acto y abandonaron el recinto al que quinientos estudiantes habían acudido dispuestos a escuchar al conferenciante. Horas después, en Algeciras, sucedió algo similar: Fabian Picardo, ministro principal de Gibraltar, no pudo entrar en la Politécnica a dar la conferencia que tenía prevista ante las protestas e insultos de quienes se oponían a su presencia y a su política contra intereses españoles. Los reventadores pisotearon el derecho de estos ciudadanos a participar en un acto académico y el derecho de Pérez Rubalcaba o Picardo a expresar libremente sus opiniones. Aunque actos semejantes se producen con frecuencia en las universidades andaluzas, nunca se ha llegado al extremo de obligar a la suspensión de ningún acto. De ahí procede la gravedad de su actuación: una minoría que pierde la razón que puedan tener por la forma en que la manifiestan abortó la expresión de derechos democráticos fundamentales de la mayoría. La acción sigue en el tiempo a otras manifestaciones de violencia verbal y física registradas últimamente en varias ciudades andaluzas, protagonizadas siempre por extremistas de izquierda y de derecha, coincidentes en su comportamiento antidemocrático. Las universidades, concretamente, son el ámbito preferido por estos grupos violentos que no tienen cabida en un sociedad democrática y deben ser firmemente combatidos con todos los instrumentos legales. Ninguna minoría puede arrogarse el poder de impedir la celebración de un acto democrático al amparo de ninguna reivindicación ni ideología. La libertad no está en peligro, pero hay que defenderla de cualquiera, por escuálido que parezca, que la desafíe y la niegue.

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