La ciudad y los días

Carlos Colón

Energúmenos

NO respetarán los servicios mínimos si los consideran abusivos, han dicho UGT y CCOO con relación a la huelga salvaje y puramente política que le han planteado a Esperanza Aguirre por aplicar a los empleados públicos de la Comunidad de Madrid lo decidido por el Gobierno socialista para todos los funcionarios. Algo, por otra parte, ya hecho en Cataluña y el País Vasco. Parece evidente que se trata de una huelga política contra un partido (el PP) que toma a dos millones de ciudadanos (los madrileños usuarios del Metro) como rehenes, sin respetar (es más: alardeando de no hacerlo) la legalidad. Alcanzando el límite surreal de anunciar que van a cumplir el jueves y el viernes los servicios mínimos como "un gesto hacia el pueblo de Madrid" al que pondrán fin "en el momento en que haya un solo trabajador expedientado". Para estos señores cumplir la ley es un gesto de generosidad. Eso sí: el sábado y el domingo no habrá huelga; entre otras razones porque, como dijo un representante sindical, "es el día del Orgulo Gay y no vaya a ser que nos vayan a confundir con homófobos". De lo que se deduce que declararse en huelga -y además en huelga salvaje- los otros días permite tomarlos por madrileñófobos o hasta antropófobos. Empollada por la era ZP, la estupidez nacional está multiplicándose al vertiginoso ritmo de una granja de explotación avícola intensiva.

Cosa aún más grave, siéndolo tanto la anterior, son los piquetes que muestran el lado matón, gangsteril y pandillero de los huelguistas. En Madrid fueron agredidos cuatro trabajadores del Metro por sus queridos compañeros. En los informativos he visto cómo, durante la huelga general-nacionalista de anteayer en el País Vasco, unos primates iban de tienda en tienda amenazando a sus dueños para que cerraran y echando ellos mismos violentamente los cierres si estos tardaban en hacerlo. En uno de los piquetes más violentos de Bilbao, contra el que tuvo que cargar la Ertzaintza para impedir que agredieran al responsable de un bar, figuraba Sabino Santolalla, secretario de Organización de CCOO.

Lo que hace muchos, muchísimos años era una defensa de los trabajadores contra quienes querían reventar las huelgas se ha convertido en una imposición que fuerza a través de la violencia a sumarse a ella a los trabajadores que libremente no quieren hacerlo. Qué peligrosos han sido siempre quienes no dudan en descalabrar o atemorizar al prójimo para salvarlo de sí mismo, ya fueran los inquisidores para salvar su alma o estos piquetes que se lían a mamporrazos con los trabajadores para que tomen conciencia de sus derechos.

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