Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

¿Enseñanza? a la cola

Nada hay de próspero en un lugar en el que los abuelos tienen que acampar por una plaza escolar para su nieto

No hay nada de moderno en un país, en una región, en una ciudad en la que una pareja de abuelos tiene que acampar ante la puerta de un colegio para asegurarse la plaza de su nieto. No hay nada de próspero en este lugar cuando la enseñanza de los niños depende del sitio que ocupes en la cola, igual que toda esa gente que hace guardia, voluntariamente, por ocio: para tener una mesa en el último restaurante de moda, para entrar en la discoteca favorita de los futbolistas de su equipo, para botar y sudar en la primera fila del concierto del más reciente subproducto pop.

Constituye un descarado acto de bellaquería que un político -en el poder o en la oposición, porque lo hacen desde ambos lados- mencione las palabras modernización, progreso, innovación, bienestar, igualdad, seguridad, oportunidad, desarrollo, excelencia, prosperidad, transformación y futuro, sobre todo futuro, cuando los abuelos tienen que cargar con sus sillas playeras, correr hasta llegar al colegio, coger el sitio y poco menos que atrincherarse frente a otros competidores para que su nieto tenga una plaza en el aula y pueda comenzar el curso con un maestro que le enseñe.

Se les debería caer la cara de vergüenza. Pero no se les cae.

No hay nada de moderno, pero me temo que no hay nada de humano, o muy poco, en un país, una región, una ciudad en la que una niña autista es tratada como algo molestísimo. Tanto, que a las personas responsables (???) de su enseñanza e integración -a las que la administración pública remunera, no se olvide, no estamos hablando de una ONG- parece que no les queda otro recurso que la mofa, el desprecio y la vejación.

¿Pero qué sitio es este? Habrá quien vocee que son hechos aislados y que el país ha avanzado "que es una barbaridad", que sólo hay que mirar atrás para comprobarlo y que por tanto es fruto del tremendismo y de una visión fatalista de las cosas ese empeño por decir y escribir que esto va a peor. Pero está yendo. Muchos colegios, centros de salud y hospitales son una buena prueba. Y sólo faltaría que no fuesen hechos aislados, no la excepción sino la norma, y que la mayoría de los profesionales que se dedican a trabajar con niños con autismo se comportasen como las de Dos Hermanas. Si así fuera, lo más conveniente sería correr a renovar el pasaporte y usarlo cuanto antes. Aunque haya que acampar y aguardar en una cola muy larga.

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