Tinta con limón

Envi(dios)o

La envidia es visceral, va en el estómago; la admiración en el cerebro, eleva el espíritu; la teoría es fácil

No soy de corporativismo facilón ni artificial. Al halago hay que darle el valor que merece. Pero estos días el trabajo de mi compañero José Manuel Olías está siendo un escándalo. Ha tenido la suerte de relatar los títulos del Unicaja, también le ha tocado tragar saliva en su travesía por el desierto. Y nada como que un equipo luche por cosas bonitas para que así afloren las mejores plumas. Pero la suya ha funcionado bien en los mejores y los peores momentos, es un escriba. Escribo esto dos horas antes de la final. Salivo con pensar en su crónica si cae la Eurocup.

Tengo la suerte de llevar casi 15 años trabajando con él. Algo genial teniendo en cuenta que lo admiro. Aquí alguno podría hablar de envidia sana, pero no creo en ese invento. La envidia nunca será sana. Carcome, envenena el riego cerebral, y nubla lo sentidos para juzgar con claridad. Es un sentimiento insano. Al otro lado está su némesis: la admiración. Y aunque son el día y la noche, apenas existe una fina línea para posicionarse en uno u otro bando, aunque con consecuencias bien distintas. Imagínense que consideran que su compañero de trabajo lo hace mejor que usted. Y ello le despierta sentimientos de admiración. Querrá ser como él, o incluso ser mejor, así que le propondrá un reto continuo. Aprenderá de él, buscará maneras de sorprenderlo. Por el contrario, el que opte por la envidia tendrá que soportar los días de trabajo como el castigo de Sísifo. Depositará sus propias frustraciones en él, mantendrá una rivalidad que le distraerá de los retos diarios e inhibirá su crecimiento profesional. Cada cual lo puede extrapolar a sus circunstancias, pero los resultados seguirán siendo los mismos.

La envidia es visceral, va en el estómago; la admiración en el cerebro, eleva el espíritu. Qué fácil es la teoría pero todos a diario vemos cómo nuestro entorno se llena de malos alumnos. Aunque siempre se está tiempo de cambiar, porque mejor tener poner delante referentes que obstáculos. Mientras alguno lee hoy estas líneas, yo espero deleitarme con la crónica victoriosa del Unicaja. Y pensaré que no tengo nada que envidiar a mi compañero, sino todo que admirar.

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