El balcón

Ignacio / Martínez

Epidemia social

LA crisis del ébola ha dejado desnudo al Gobierno durante toda la semana. El equipo de Rajoy ha sido víctima de su escasa afición por la comunicación. Con tan poca práctica, ante una emergencia ni sabe qué decir, ni cómo. Añadan la perversa casualidad de que el elemento más endeble de la cordada ministerial ha tenido que soportar el tirón mediático. Y el resultado ha sido una catástrofe. Para salvar la situación, el presidente ha hecho de portavoz del ejecutivo y la vice de jefa de un comité de crisis formado por seis ministerios. Tanto esfuerzo para neutralizar la incapacidad manifiesta de la ministra Mato pone en evidencia que nunca debió llegar al cargo y mucho menos mantenerse tres años.

El problema empieza porque hay palabras y conceptos que se desgastan por su uso excesivo. Se ponen de moda y mueren de éxito. Le pasa a la responsabilidad social corporativa, en el campo privado, que muchas veces acaba siendo un elemento de marketing. Y también ocurre con la transparencia, en particular en el ámbito público. Pero cuando ocurre una emergencia como la que ha provocado el contagio de una profesional sanitaria por un enfermo de ébola, al Gobierno se le notan sus carencias.

No es sólo un problema de España. En Europa, los países más transparentes son nórdicos y anglosajones. Los sureños van por detrás. En el caso del actual Gobierno español, sumen su abuso del silencio informativo, por recomendación de sus gurús mediáticos. El PP juega en el terreno de la comunicación a cometer los menos errores posibles. Lo ha probado con su afán por no admitir preguntas en las ruedas de prensa, o poner las intervenciones del presidente a los periodistas a través de una televisión de plasma. Y ahora, cuando hay que tener cintura y transmitir confianza a la población, no hay práctica.

Tras el fracaso de la ministra y del consejero de Salud de la Comunidad de Madrid, cuyo principal argumento ha sido echar la culpa del contagio a la víctima, ayer han tenido que acudir al rescate los primeros espadas. Pero ya hay una auténtica epidemia social. La Bolsa ha pegado un bajón desde el lunes, los taxistas en Madrid rechazan a los clientes negros, los gamberros lanzan bulos en Twitter, el consejero catalán de Salud hace chistes sobre el ébola, los sanitarios se dan de baja, los pacientes anulan las citas… No sólo hay que revisar los protocolos de seguridad, hay que cambiar los métodos de selección de los dirigentes políticos y su manera de comunicarse con la sociedad. A los gobernantes les pasa como a Del Bosque: saben que tienen que cambiar y no saben cómo.

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