Un reciente informe elaborado por investigadores de la universidad de Harvard concluye que el 36% de los estadounidenses se han sentido muy solos durante la crisis Covid19. En ese tercio de tristeza el 61% de los jóvenes entre 18 y los 25 años sufren mucha angustia por falta de socialización y otro 47% son madres con hijos pequeños que se sienten aisladas . La soledad es una plaga paralela a la pandemia oficial que riega la depresión nerviosa y pensamientos suicidas en estas horas de hipotética hipercomunicación. Total, que, a pesar de tanto enredo virtual, serie y película a la carta, tanta red social y me gusta posturero son infelices. Es el roce y el olfato mamífero lo que hace el cariño y el estado de ánimo. Cuestiones importantes para el sistema inmunológico. Los confinamientos y las distancias sociales nos mutilan la dicha incluso de ponernos a parir vis a vis. Es un asunto recurrente en las conversaciones entre conocidos y amigos. Llevamos un año de terror coronabicho. El asunto de la soledad viene de lejos y es un déficit endémico entre los ancianos desatendidos por familiares cercanos, más ocupados en el corre, corre diario. A nuestros mayores se les percibe como un estorbo y su aportación del pasado se da por amortizada.

Los viejenials tampoco nos libramos de este deslucimiento social. En el actual panorama de desespero juvenil la voz de la experiencia es afónica. Los jóvenes sin futuro se quejan de la generación predadora y langosta responsable de esquilmar los recursos habidos y por haber, comenzando por los laborales. Los confinamientos han magnificado los sentimientos de angustia y aislamiento. La próxima calamidad en Cenacheriland va a ser psicológica. Majarones con denominación de origen. Primero la ruina, después se pierde la cabeza y se aterriza en la calle. La sociedad estadounidense poco tiene que ver con nuestra mediterránea forma de compartir, pero las influencias de la cultura del éxito dominante inciden en el hiperindividualismo , el yo y todas esas pamplinas competitivas que se alejan del sentido común. La familia, los amigos, clubs deportivos, cofradías y voluntariados, la forma de compartir y entregarse al afecto sincero nos salvan. Esa causa común es vital en estos tiempos desnortados. Con la brújula interior averiada y abrumados por las cosas que suceden alrededor, el mundo sigue a su carambola manque nos pese. Ojalá volvamos a la normalidad cuanto antes mejor.

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