Escarmiento a 'la Manada'

La severa sentencia del Supremo aumenta las penas de Pamplona y deja en evidencia al juez discrepante

Nada ocurre impunemente. El daño de la violación en grupo a una joven de 18 años en las Fiestas de San Fermín de 2016 no se acaba con la fulminante y severa sentencia de ayer. Ni para la víctima, sus familiares y amigos, que no olvidarán la agresión, ni para sus verdugos, que han arruinado su propia vida y las de sus familias. Tres años ha empleado la Justicia en indagaciones, juicios, apelaciones y sentencias para llegar a la definitiva de 15 años de prisión, elevando las penas al cambiar la calificación de abuso a agresión. Se termina el capítulo judicial, pero el otro, el de las heridas, secuelas, quizá remordimientos, no tendrá fin.

Los violadores se habían puesto a sí mismos el sobrenombre de la Manada, se supone que para presumir de su técnica de ataque. Una práctica nada valiente: cinco tíos bien grandes penetraron nueve veces a la joven en 15 minutos, por la boca, la vagina y el ano. La sentencia habla de intimidación y trato vejatorio. El veredicto es riguroso incluso con las acusaciones; les reprocha que no hayan planteado que hubo varios delitos sucesivos, en vez de uno continuado. En ese caso, las penas podrían ser mayores.

Más en entredicho queda uno de los magistrados del tribunal que juzgó el caso en primera instancia en Pamplona. Empleó para su voto particular discrepante el doble de espacio que sus dos compañeros de sala en la ponencia de la sentencia. Sorprende que este juez en vez de una violación viese tan claro jolgorio y regocijo de todos los participantes, incluida la mujer, en el minuto y medio de imágenes que se examinaron en el juicio. Erigido en gran experto en materia de orgías, el magistrado en cuestión se permitió incluso descalificar a la denunciante y a sus colegas de tribunal hace catorce meses, pero ahora ha sido desautorizado por el Supremo.

En capítulo aparte están el guardia civil y el militar de esta manada sevillana. Merecían penas más duras. La jura de bandera no es un acto folclórico: ambos tenían la obligación de socorrer a una persona indefensa que estaba siendo agredida. Encima, fue el guardia quien le robó el móvil, impidiéndole pedir socorro, por lo que tiene una condena suplementaria de dos años.

Se habla de la necesidad de cambiar la legislación española para tipificar mejor estos delitos. Bienvenidas sean esas leyes cuando lleguen. Pero entretanto este escarmiento debe disuadir todo deseo de emulación a cuadrillas o pelotones de acosadores. Nada ocurre impunemente.

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