Escribe Griñán

Sobrio y firme el relato en el que expresa el nivel de dolor y de injusticia moral que el desenlace encierra

Ortega y Gasset afirmaba que el hombre es él y sus circunstancias, y desde este conocido principio, José Antonio Griñán ha escrito un libro para explicarse a sí mismo y a su entorno. No es una autobiografía ni unas memorias, ni tan siquiera un justificado desahogo, sino un completo y riguroso análisis del tiempo político que, como a muchos de nosotros, le tocó vivir y que explica esta pasión por la política y el amor por la libertad y la tolerancia. En el relato que desmenuza muchos de los pasajes de la caída del franquismo y de la Transición, el personaje, Griñán, aparece de manera ocasional, situándose más como espectador que como protagonista y poniendo el acento más en lo que pasó que en lo que le pasó. Como parte de su generación, procedía de una familia de los vencedores de la guerra civil, pero desde muy temprano sintió una inevitable simpatía por los vencidos, y eso justifica su trayectoria. A pesar de lo mucho que se ha escrito sobre ese periodo de nuestra historia, Griñán nos descubre nuevos hechos y, sobre todo, aporta nuevas reflexiones, aunque algunas correspondan al terreno de lo opinable. Durante las páginas del texto se va perfilando una persona extremadamente culta, firme en sus convicciones y con criterio propio que demostró allí donde le llevaron sus responsabilidades políticas.

La narración arranca en el año 46 y termina a las puertas de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Aunque ese final sobrevuela en el ánimo del lector desde la primera página, la verdad es que aparece en un sucinto, sobrio y firme relato en el que se expresa el nivel del dolor y de la injusticia moral que el desenlace encierra. A estas alturas, nadie que haya leído algo más que los titulares de algunos periódicos y no sea prisionero del sectarismo más venenoso puede albergar dudas sobre la honorabilidad y honradez del autor que nunca intentó beneficiarse material ni políticamente de las irregularidades del asunto de los ERE. Otra cosa son las responsabilidades políticas que de esos hechos se derivaron y que fueron saldadas con creces. Por eso, cuanto más se conoce al personaje y cuanto más se profundiza en su trayectoria política y personal, más aumenta el estupor y la extrañeza de este interminable proceso judicial que tanto dolor e incomprensión está causando. Es cierto que la sentencia definitiva aún no se ha dictado, pero pase lo que pase, en el libro queda el reflejo de una personalidad limpia que nada ni nadie debería enturbiar.

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