Crónica Personal

Espacio público

Habrá que cruzar los dedos para que Marlaska, que tanta admiración cosechó como juez, no haya pecado de inocente

El ministro Grande-Marlaska y su homólogo catalán, Miquel Buch, han acordado apostar por la neutralidad en "el espacio público" de Cataluña en este mes que se vaticina convulso. Lo que tendrían que definir el ministro y el conseller es qué entienden por espacio público, qué uso se puede dar a ese espacio público, y qué está permitido. Porque qué es lo sabe todo el mundo que no quiera hacer una interpretación política, pero lo del uso ya es otro cantar.

Para los independentistas, por ejemplo, en el espacio público se pueden colocar -o mejor incluso se deben colocar- lazos amarillos y cruces para expresar así el apoyo a los políticos presos, pero en cambio consideran delincuentes a quienes pretenden quitarlos. Es más; ven bien que se agreda a quienes pretenden quitarlos. Para los independentistas, cuando los que se manifiestan son de su cuerda, alfombra roja. Además de mossos garantizando que van a mantenerse quietos ante una algarada que acaba en desmadre, o una pancarta amenazante o inconstitucional; por no hablar de se mantendrán igualmente parados si se queman fotografías de los Reyes, faltaría más. Sin embargo, ay de aquel que se atreva a lanzar un grito contrario a que Cataluña sea una república independiente.

Tendrían también que explicar Marlaska y Buch si en ese anunciado pacto de neutralidad se recoge cuál va a ser el papel que se otorga a la Guardia Civil y la Policía Nacional en el caso de que, como ocurrió hace un año, se sucedan las provocaciones para intentar que se produzcan actos de violencia. Que es lo que busca un porcentaje no desdeñable de independentistas, que de esa manera saben garantizado que las televisiones internacionales se ocuparán se ofrecer imágenes en las que se presente a las fuerzas de seguridad españolas como si se tratara de la Policía o las milicias paralelas de los países dictatoriales. Por tanto, bienvenido el acuerdo alcanzado entre el ministro de Interior y el conseller, pero habrá que cruzar los dedos para que Marlaska, que tanta admiración cosechó como juez, no haya pecado de inocente ante el representante de una Generalitat que no se caracteriza por mantener el orden en los espacios públicos, excepto cuando lo ocupan personas de determinada ideología.

El día 11 de este mes va a ser toda una prueba para Marlaska. Por muchas medidas que tome para que no se produzcan desmanes, por mucho que haya enviado más guardia civil e impedido que regresen los policías y guardias que habían pedido el relevo, los independentistas, y Buch es uno de ellos, pretenden que la Diada de este año sea sonada. Es lo que ha exigido a los suyos el fugado de Waterloo, que es el que manda.

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