La España de Abel

'La España de Abel' es un grito a favor de la España luminosa que supo hacer las paces consigo misma

Ya he citado alguna vez una escena de Llanto por un bandido, la película que Carlos Saura rodó en 1963, en Sierra Morena, y en la que Buñuel hacía un pequeño papel (¡de verdugo!). En la escena se veía a un militar liberal, partidario de la Constitución de 1812, que después de ser derrotado por las tropas absolutistas atravesaba un páramo a caballo gritando como un loco "¡Viva la Constitución! ¡Viva la Constitución!". El actor era otro grande -Agustín González-, y aunque vi la película hace siglos, la escena se me ha quedado grabada y ahora la tengo por una de las más grandes del cine español.

Lo digo porque tengo la impresión de que la Constitución del 78 está viviendo un momento parecido al que retrataba Saura en esa película sobre la España absolutista que había derrotado a la efímera España liberal. Cada día oímos declaraciones que acusan a la Constitución de usar un lenguaje machista, de estar hecha de espaldas a los derechos de la mujer, de haber metido de matute a la monarquía, de no resolver el problema territorial o de no haber blindado los suficientes derechos sociales (como si una Constitución pudiera garantizar, por ejemplo, un salario mínimo determinado). Y las acusaciones repiten que está obsoleta, que no sirve para nada y que hay que derogarla porque en realidad es un engaño franquista. Y todo así.

Por suerte, acaba de aparecer el libro colectivo La España de Abel (Deusto), coordinado por Aurora Nacarino y Juan Claudio de Ramón, que reúne ensayos de 40 autores y autoras (es un libro estrictamente paritario) nacidos con la Constitución de 78. Y este libro nos recuerda lo que debería ser evidente para todos: que vivimos en un país que no es, ni de lejos, el Estado fallido que mucha gente nos quiere hacer creer que es. Y que además es un país muy poco racista, descentralizado, abierto y tolerante. Y que cuenta, por si fuera poco, con una sanidad y una educación públicas de primer nivel. Son cosas que no está de moda decir, pero que ya era hora que dijera alguien. Y esto es La España de Abel: ese grito a favor de la España luminosa que supo hacer las paces consigo misma, en vez de la lúgubre España de Caín que ha ido imponiendo su discurso de resentimiento y de discordia civil. O sea que, sí, déjenme terminar con el grito del militar liberal de Llanto por un bandido: "¡Viva la Constitución!". Pues eso.

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